Retos de la educación sexual tras el verano de los pinchazos

Retos de la educación sexual tras el verano de los pinchazos

Imagen: Sancho M. Somalo

La educación sexual no es obligatoria en España y depende del trabajo voluntario de los equipos educativos. La ley del solo sí es sí o la reforma de la ley del aborto se presentan como una oportunidad para dar pasos valientes hacia garantizar una formación que contrarreste la narrativa del terror sexual que se impone a las mujeres, como ha ocurrido este verano con la información sobre pinchazos.

Patricia Reguero Ríos

“La primera reflexión que hago sobre los pinchazos es que las personas que se dedican a la comunicación deberían hacer un ejercicio de responsabilidad y pensar en profundidad cómo se está comunicando la violencia sexual”. Así se pronuncia Teo Pardo, profesor de Educación Secundaria y educador sexual en Catalunya. Pardo apunta a dos consecuencias de la forma en que los medios han hecho circular este verano información sobre pinchazos a mujeres jóvenes en fiestas y discotecas para, supuestamente, agredirlas sexualmente.

En primer lugar, se espectaculariza un tipo de violencia sexual —la que se produce mediante sumisión química— que según los datos es minoritaria. Al mismo tiempo, se envía a las mujeres el mensaje de que salir de fiesta, especialmente si no van acompañadas de chicos, es peligroso. Además, se invisibiliza a los agresores al convertir en protagonistas a los propios pinchazos, sin apuntar quiénes son los sujetos activos de la violencia sexual.

“Hay que pensar bien cómo se está comunicando, porque parece que la responsabilidad vuelve a recaer en las mujeres; no digo que esas situaciones no se hayan dado, pero creo que hay que comunicarlas de forma muy distinta”, explica Pardo, que también es activista trans y feminista.

Estefanía Acién, profesora de Antropología Social en la Universidad de Almería e integrante de Acción en Red Andalucía, ha seguido con preocupación las noticias sobre pinchazos de los últimos meses. Acién colabora en el Programa por los buenos tratos de esta asociación que actúa en el ámbito andaluz con, entre otras cosas, talleres de educación sexual. En su opinión, “se ha generado una sensación de inseguridad que hace flaco favor a la libertad sexual de las mujeres”.

Esta experta pone el foco en otro aspecto. En paralelo al mensaje sobre las mujeres, la narrativa que se ha construido transmite a los hombres que tienen el poder para hacer eso de lo que hablan los telediarios. Ese discurso, repetido una y otra vez, “empodera a los tíos, diciéndoles esto lo podéis hacer”.  “Lo que me preocupa como como educadora es hasta qué punto la reproducción de esa información desde el pánico moral está ayudando a contrarrestar el avance en la libertad sexual de las mujeres: me preocupa que las mujeres se sientan inseguras y no podemos trabajar estos temas desde el pánico”.

Esperanza Manga, terapeuta sexual y de pareja con perspectiva de género que colabora con La otra educación —un proyecto que se dedica a impartir educación sexual—, hace otra puntualización: no es la primera vez que la sumisión química copa los titulares. “La sumisión química lleva muchos años entre nosotras, lo que cambia es la vía por la que los agresores y potenciales violadores la administran”, dice. Porque de sumisión química ya hablaban los medios hace más de una década, cuando se advertía a las mujeres de que podían ser sometidas con drogas añadidas a sus bebidas —en inglés, se conoce la práctica como drink spiking—. Semejante “innovación”, advierte, pretende “no solamente encontrar formas más rápidas de drogar a una mujer sino conseguir atemorizar a la mitad de la población, es decir, a todas las mujeres”.

Como consecuencia, entonces y ahora, “nos cuentan a nosotras cómo protegernos para no ser drogadas, violadas”. Y enumera: startups que emplean su dinero en desarrollar métodos para detectar droga en la bebida, pintauñas que cambian de color, coleteros tapadera para vasos. “Al final, el mensaje que se sigue transmitiendo sigue siendo el de mujer, ten cuidado con lo que haces y esto es una forma de culpabilizar a las mujeres y de hacerlas sentir responsables por el simple hecho de serlo”. “Pareciese que la jaula se esté abriendo y quisieran meternos de nuevo en ella. Pero, ¿y a ellos, quién les vigila?”, se pregunta.

Mientras los medios subrayan los pinchazos y el movimiento feminista advierte de cómo cala el relato del miedo —sin que los casos conocidos hasta ahora hayan confirmado que su fin fuera la sumisión química para cometer agresiones sexuales—, las cifras ponen el poco en otro lugar. Así, el informe Violencia Sexual en España, reporte de su incidencia mediante el análisis de fuentes estadísticas y jurídicas realizado por el grupo para el estudio de las Violencia Sexuales (SEXVIOL), concluye que el 80 % de los agresores son personas que conocían a sus víctimas y que se trata de parejas o exparejas en el 17,4 % de los casos.

Este estudio también analiza  el lugar en el que tienen lugar las agresiones. Según este informe, la gran mayoría de los casos de agresión sexual tiene lugar en una vivienda —60,1%—, siendo los espacios públicos en general las segundas zonas más habituales pero con mucha diferencia —20,2% de los casos—.

Lawfare contra la educación sexual

Pero, ¿con qué herramientas reciben las y los jóvenes estos mensajes? “Cuando se da un debate sobre la educación sexual o la falta de educación sexual en las aulas, como el que se está dando estos días, muchas veces se dice que los más jóvenes no reciben educación sexual; yo no estoy de acuerdo”, dice Teo Pardo.

Este educador subraya cómo las chicas y los chicos reciben constantemente información sobre sexualidad. Por ejemplo, cuando a un niño se le pregunta si tiene novia —y a una niña, si tiene novio—. Por ejemplo, cuando solamente se habla de sexualidad cuando el curriculum fuerza a hablar de reproducción sexual, y se pasa por encima porque es un tema incómodo. Por ejemplo, cuando a ellas se les dice “tened cuidado” y a ellos “haz lo que quieras, pero ponte condón”.

“Titulares como los de los pinchazos no hacen más que reforzar los constantes mensajes que llegan a los jóvenes y donde se les transmite que ellos tienen una sexualidad casi incontenible y ellas tienen que vigilar que su honor no sea mancillado”, reflexiona. Lo que debemos preguntarnos, dice Pardo, no es si la juventud tiene acceso a educación sexual, sino a qué tipo de educación está teniendo acceso.

Estefanía Acién refleja bien de qué quiere que se hable cuando se habla de educación sexual con un detalle: en la conversación con ella, a lo largo de más de media hora, no utiliza el binomio “educación sexual”. Ella habla de “educación afectivo sexual”. “La sexualidad forma parte de cómo las personas estructuramos nuestra forma de relacionarnos con los demás. Valores como la igualdad o la libertad deberían de regir nuestras relaciones interpersonales, incluyendo las sexuales”, asegura. A edades tempranas, “son esponjas y, si se hace bien, se está sembrando una semilla fantástica”, asegura.

Sin embargo, impartir educación sexual se enfrenta a varios obstáculos. Los discursos de la derecha que hablan de la educación sexual “como si fuera una estrategia de perversión de menores serían el primer gran obstáculo”, dice Teo Pardo, son uno de ellos.

Estos discursos van más allá de la propagación de sus ideas, según las cuales “se contempla la educación sexual como si fuera un disparador de perversiones y violencias, cuando en realidad sabemos que es exactamente al contrario”. La estrategia ahora es la judicialización. Un caso reciente es el de la denuncia de Abogados Cristianos contra SEDRA, un instituto y la Consejería de Educación. Pese a que, en agosto de 2022, la Justicia puso fin al intento de esta organización ultra de barrer la educación sexual en este centro, la estrategia funciona. “Desafortunadamente, acaba siendo muy eficaz, porque desincentiva a los centros”, valora Pardo.

Para Estefanía Acién, esta estrategia es sin duda desincentivadora, aunque se produce en un contexto de dejadez que viene de largo. “Es evidente que la derecha y la extrema derecha no son nada amigas de este tema, pero durante los años de gobierno del PSOE en Andalucía tampoco se estaban cubriendo los mínimos”.

Junto al lawfare emprendido por la extrema derecha contra la educación sexual, Teo Pardo apunta a otro obstáculo: la falta de formación del profesorado: “El profesorado que tiene cargas de trabajo infinitas, muchas veces no tiene la formación suficiente y, ante la perspectiva de tener que hablar de estos temas, cuando no tienes formación te entran muchos miedos”.

En ese sentido, Esperanza Manga reivindica el papel de los expertos: “Dicen que los educadores se han convertido en burócratas, pero ellos cumplen con un currículum que les viene desde arriba y poco o nada pueden hacer para cambiar esto solos. Es aquí cuando el rol de una sexóloga, terapeuta sexual o educadora sexual cobra tantísima importancia”. Esta terapeuta también advierte de que, sin esta figura, difícilmente se puede dar cumplimiento a un mandato claro: “La ONU dice que el derecho a la educación también incluye la educación sexual, por lo que negarle educación sexual a una persona que ni siquiera ha llegado a la edad adulta es vulnerar su integridad como persona”.

La educación sexual en las leyes

El documento donde la ONU recoge la directriz de impartir educación sexual tiene fecha de 2020 y recoge e mandato que hacía en 2018 la UNESCO. Pero, a día de hoy, “no hay ninguna ley educativa que incluya la educación sexual y la garantice como materia obligatoria en el curriculum tal y como piden estos organismos”, explica María Lameiras, profesora catedrática de la Universidad de Vigo especializada en estudios de género y sexualidad.

Para Lameiras, el sustento legislativo más sólido para promover la educación sexual en la educación obligatoria es la ley del aborto de 2010. La Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, explica, reconoce por primera vez el derecho a la salud sexual. Si bien la Constitución ya reflejaba el derecho a la igualdad, a la educación y a la salud, hasta 2010 no existía ningún texto legal que amparara el derecho a la salud sexual, un derecho que, dice Lameiras, solo puede garantizar procurando una educación sexual de calidad.

En cuanto a las leyes educativas, sucesivos textos han ido obviando la educación sexual como acredita Lameiras en el artículo Caso abierto: la educación sexual en España una asignatura pendiente que firma junto a María Victoria Carrera y Yolanda Rodríguez. Es la LOGSE, recogen estas investigadoras, la ley que abre un espacio para la Educación Sexual en el sistema educativo en España por primera vez: ahí se recoge que estos contenidos han de ser transversales en el recorrido educativo.

Pero tras ser aprobada, los cambios de signo político colocan en el escenario legislativo nuevas reformas educativas que suponen “claros retrocesos en la tarea de la educación sexual”, según este texto. Se trata de la Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOCE, 2002), en la que no se recoge de forma explícita ninguna alusión a la educación sexual. Esta ley no llegó a implementarse. En 2006, sale adelante un nuevo proyecto legislativo que, tras un gran debate social, cristaliza en la aprobación de la Ley Orgánica de Educación (LOE) el 3 de mayo de 2006. La LOE incorpora, por primera vez el “reconocimiento de la diversidad afectivo sexual”, lo que las investigadoras califican como uno de los aspectos más innovadores de la ley, no contemplado anteriormente, que mantiene la educación Sexual en el marco de la transversalidad incorporado con la LOGSE.

Pero el panorama legislativo en relación a la educación sexual en España cambia con la LOMCE tras las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011. Esta ley “barre toda referencia a la igualdad y la sexualidad”. Solo en el currículum de Secundaria se prevé que se aborden algunos contenidos en el bloque de Promoción de la Salud dentro de la materia de Biología.

En la actualidad, la ley educativa vigente es la ‘Ley Celaá’, Ley Orgánica 3/2020, que modifica a la LOE de 2006, y promueve según su preámbulo “un enfoque de igualdad de género a través de la coeducación y fomenta en todas las etapas el aprendizaje de la igualdad efectiva de mujeres y hombres, la prevención de la violencia de género y el respeto a la diversidad afectivo-sexual, introduciendo en educación secundaria la orientación educativa y profesional del alumnado con perspectiva inclusiva y no sexista”.

A esta referencia se suma la del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, de 2018, que recoge la necesidad de incorporar la educación sexual obligatoria para promover las relaciones igualitarias y libres de violencia entre hombres y mujeres.

Sin embargo, ninguna de estas leyes garantiza que las y los jóvenes vayan a tener acceso a una educación sexual de calidad en su recorrido educativo, algo que depende plenamente de la voluntareidad de los equipos docentes, dice Lameiras.

En ese sentido, dice la catedrática, el debate que ha promovido la redacción y aprobación de la ley de libertad sexual, y los aportes que previsiblemente se incorporarán de aprobarse la reforma de la ley del aborto del Ministerio de Igualdad, pueden ser decisivos si el objetivo es una educación sexual integral: obligatoria y más allá del modelo biologicista. “Igual que se enseña matemáticas desde Infantil, y se va aumentando la complejidad de los conceptos, la educación sexual debe incorporase cuando accedemos al sistema e ir incrementándose en complejidad en el proceso”, dice Lameiras. No es tan raro, apunta: en Suecia se hace desde los años 50.

El potencial de los vínculos

Pese a los obstáculos para que la educación sexual llegue a todas y todos —una universalidad que solo puede garantizarse en la educación obligatoria—, Teo Pardo cree que sí existen herramientas entre la juventud. “Hay un recurso muy valioso que tienen los más jóvenes, que es el valor de la de la amistad. Ante discursos de terror sexual, ellos y ellas tienen el recurso de apoyarse los unos a los otros, y las unas a las otras. El valor del grupo y el valor de la amistad en esa edad está muy presente y yo creo que les ayuda mucho ante estas situaciones tanto de descubrimiento y de primeras experimentaciones con la sexualidad como también lo hace para afrontar la violencia”.

Estefanía Acién también es optimista y asegura que, pese a que en las aulas se encuentren con algún discurso reaccionario, la libertad sexual de las mujeres y la diversidad sexual no se cuestiona: “Se está avanzando muchísimo y hay muy poquitos jóvenes que se planteen una reacción negativa hacia la libertad sexual de las mujeres”.

Esperanza Manga trata de dibujar el alcance de la educación sexual: “El derecho a la educación también incluye la educación sexual porque es a través de ella que conoceremos nuestros derechos fundamentales y podremos disfrutar de los mismos, por lo tanto nadie nos los deberían estar quitando”.

Este artículo fue originalmente publicado en elsaltodiario.com

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