Políticas educativas para una era postcapitalista

Políticas educativas para una era postcapitalista

Los tiempos de las teorías críticas, de las pedagogías de la emancipación, de las filosofías de la liberación, han dado paso a tiempos oscuros presididos por la ideología neoliberal, asentada sobre la pedagogía del egoísmo y la ideología del mérito personal, que alienta el individualismo competitivo y culpabiliza a la propia víctima de su situación.

ENRIQUE DÍEZ

Malos tiempos para la lírica

“Malos tiempos para la lírica”, se dice. Sobre todo, cuando se está produciendo un fuerte resurgimiento y auge del fascismo en toda Europa y Latinoamérica, cuando la socialdemocracia se tiñe de social-liberalismo y aboga por gestionar el capitalismo “de rostro humano” (como si fuera posible una “rapiña humana”), cuando el centro y la derecha política asumen los postulados de la ultraderecha y compiten con el fascismo en sus proclamas.

La utopía, ese horizonte que nos sirve para avanzar, al decir del poeta uruguayo Eduardo Galeano, parece estar en franco declive en una sociedad capitalista y neoliberal. Asentada sobre el saqueo del bien común y el extractivismo depredador de los recursos colectivos. Donde el consumismo y el individualismo han invadido actualmente las esferas públicas y privadas de la vida y el pensamiento colectivo.

Los tiempos de las teorías críticas, de las pedagogías de la emancipación, de las filosofías de la liberación, han dado paso a tiempos oscuros presididos por la ideología neoliberal, asentada sobre la pedagogía del egoísmo y la ideología del mérito personal, que alienta el individualismo competitivo y culpabiliza a la propia víctima de su situación.

Las pedagogías de la liberación, de Pablo Freire, están siendo perseguidas, en la cuna donde surgieron, en Brasil, por el régimen ultraderechista y fascista del presidente Jair Bolsonaro, pero también en España en las regiones donde la ultraderecha ha llegado a las instituciones públicas. Se olvidan las propuestas pedagógicas de Freinet, Rosa Sensat, Makarenko, Dewey o Kilpatrick, mientras las reformas educativas se discuten con Microsoft, Telefónica, IBM, Google o Facebook, las grandes multinacionales de la tecnología y las redes de comunicación. Las aportaciones de los movimientos colectivos de renovación pedagógica y las demandas de las mareas verdes son ignoradas, mientras proliferan los reality shows y TEDx mediáticos de “profesores estrella”, como si la profesión docente fuera una tarea individualista y un espectáculo, a cargo de “vendedores emocionales”. Se difunde la última moda educativa (con nombres en inglés, que son más cool y “venden más”) como si fuera la revolución educativa definitiva, sea gamificación, flipped classroom o mindfulness…

Los organismos económicos internacionales (FMI, BM, OCDE…), de orientación neoliberal, establecen las directrices de los sistemas educativos, clasificando los países en rankings (PISA, TALIS…), según su adaptación a los sistemas de evaluaciones estandarizadas que diseñan sus expertos y expertas. Los grandes bancos y fondos buitre de inversión irrumpen con programas educativos dirigidos al profesorado y alumnado para formarles en emprendimiento e inversión financiera. Los Ejércitos firman acuerdos con los Ministerios de Educación para implantar en los sistemas educativos formación “patriótica” y en valores militares. La jerarquía católica sigue aferrada a la clase de dogma religioso en los centros educativos y en las facultades de formación del profesorado…

Educación como práctica moral y política

La pregunta es, por tanto, ¿cómo plantear alternativas que apuesten por políticas educativas para una era postcapitalista y ofrezcan a las nuevas generaciones en otra forma de pensar y actuar personal y socialmente que no esté colonizada por el pensamiento neoliberal único del capitalismo?

Como plantean los expertos Henry Giroux y Peter McLaren la educación crítica entiende que todo proceso educativo es una forma de intervención política en el mundo y puede ser capaz de crear las posibilidades para la transformación social o de mantener el status quo. Antes que ver la enseñanza como una práctica técnica, la educación debe ser considerada una práctica moral y política bajo la premisa de que el aprendizaje no se centra únicamente en el procesamiento del conocimiento recibido, sino en la transformación de éste como parte de una lucha más amplia por los derechos sociales, la solidaridad y un mundo más justo y mejor. No podemos permitir que la educación de las jóvenes generaciones esté al margen del análisis y transformación del modelo económico y político imperante. Esto sería una forma de imbuirles en la creencia de que no es posible otro mundo, que no es posible una verdadera democracia social, responsable y participativa.

Por eso el desafío fundamental para el profesorado y las comunidades educativas, dentro de la actual época de neoliberalismo, es facilitar a los estudiantes las condiciones y dotarles de las habilidades y el conocimiento imprescindible para reconocer las formas antidemocráticas de poder, la forma represiva en que los intereses ideológicos invaden no sólo las escuelas sino también la cultura popular de los medios de comunicación social (televisión, radio, videojuegos, redes sociales, música…), inquirir sobre las razones profundas de las injusticias y pelear contra las sistemáticas desigualdades económicas, de clase, de etnia y de género y poder así conectar el trabajo escolar con los asuntos de la vida social y política real de nuestra sociedad y de su propio entorno. Porque la educación es inseparable de la vida, del modelo social y político que queremos construir y defender.

Es necesario que los educadores y educadoras críticos pasemos de una pedagogía crítica a una praxis crítica. Por eso necesitamos involucrarnos “hasta mancharnos las manos”, tomar partido, sentirnos implicados, comprometernos con el sufrimiento de quienes nos rodean y poner en práctica una pedagogía más abierta y más comprometida que conecte las aulas de clase a los desafíos enfrentados por los movimientos sociales en las calles con objeto de repensar el orden social actual del que indudablemente formamos parte, como explican pedagogos como Henry Giroux o Peter McLaren. Debemos asumir la responsabilidad de conseguir que toda la ciudadanía esté políticamente alfabetizada desde una perspectiva crítica y comprometida con la justicia social.

Hacia un horizonte educativo anticapitalista y postneoliberal

Un sistema educativo para una sociedad con un horizonte pos-capitalista, pos-colonial o pos-imperialista y pos-patriarcal exige un modelo de educación coherente con esa sociedad. No olvidemos que los tres factores esenciales que están en la base de la dominación social, política y cultural son: el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Por eso hemos de avanzar simultáneamente en modelos anti o post capitalistas, postcoloniales y postpatriarcales, en el sentido de que superen y abandonen definitivamente estas estructuras de opresión y dominación.

Esto supone subvertir radicalmente los “contravalores” en los que se basa la ideología neoliberal, que asienta el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado, y poner en el centro de la educación como objetivo fundamental, como finalidad básica, el desarrollo humano radicalmente anticapitalista, anticolonialista y antipatriarcal de las personas y los pueblos, la comunidad humana.

Este sistema educativo pos-capitalista, pos-colonial y pos-patriarcal es un proyecto de desarrollo de las personas como ciudadanos y ciudadanas partícipes activamente en el proyecto político, económico y cultural de la sociedad en la que viven. Es un proyecto para la democracia y la ciudadanía. Y eso supone la imposible separación entre educación y práctica política.

Esta educación debe permitir repensar el orden social actual en términos de alternativas socialistas democráticas a la escuela y a la sociedad capitalista y debe ser coherente con el modelo de sociedad que pretendemos construir, es decir, que ésta sea más justa, equitativa, solidaria, ecológica, feminista, inclusiva y feliz.

Es crucial seguir dando pasos decididos hacia un modelo educativo que contribuya a la construcción de una ciudadanía sabia, crítica y consciente, que ayude a hacer un mundo más justo y mejor, sin dejar a nadie atrás, así como a la educación de personas más iguales, más libres, más críticas, más ecofeministas y más creativas.

Lucio Anneo Séneca, en el siglo IV antes de nuestra era, afirmaba: “no nos atrevemos a hacer muchas cosas porque aseguramos que son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”. Nos jugamos el futuro de nuestros hijos e hijas, y el de la sociedad en su conjunto. Tenemos que atrevernos a soñar.

Este texto es un extracto del artículo publicado en la Revista Internacional Journal for Critical Education Policy Studies publicado a su vez originalmente en eldiariodelaeducacion.com.

Se puede leer más al respecto en el libro Pedagogía Antifascista.

 

CGT Enseñanza Aragón

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