Pedagogía del decrecimiento frente al greenwashing educativo

El denominado greenwashing hace referencia al lavado de imagen, verde, de empresas contaminantes para vender más sin cambiar sus impactos o los de su producto.

ENRIQUE DÍEZ

La Fundación Naturgy ha anunciado que, por encargo del Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes, ha diseñado y elaborado los contenidos del módulo de ‘Sostenibilidad aplicada al sistema productivo’, que se impartirán en todos los ciclos de Formación Profesional a partir del curso 2024-2025.

Naturgy, una empresa de gas denominada anteriormente “Gas Natural Fenosa” (naming verde [1]), propietaria y gestora de centrales nucleares y de ciclo combinado de gas, cuyo mix de fuentes de energía en 2021 fue eminentemente fósil y nuclear (79%, frente al 21% renovable), se promociona como solución al cambio climático. Naturgy -fruto de la privatización de la Empresa Nacional del Gas (Enagás) en 1994 por el gobierno de Felipe González- aparece como la cuarta empresa que más gases de efecto invernadero emitió en 2021 según el informe del Observatorio de la Sostenibilidad.

La fundación privada de la compañía energética, miembro de la Alianza por la Formación Profesional del MEFPD, ha sido la institución designada por el Ministerio público para crear estos nuevos materiales y para formar a docentes de toda España que deberán impartirlo, a partir de 2024, en este nuevo módulo que es un requerimiento de la Ley Orgánica de Ordenación e Integración de la Formación Profesional.

En su presentación la secretaria general del MEFPD habla de “colaboración público-privada” para una “economía moderna, sostenible y verde” donde Naturgy “ha sido imprescindible”, haciendo “posible un objetivo compartido acorde con las necesidades de los jóvenes, de los trabajadoras y trabajadoras, y también de las empresas de nuestro país” y, por eso, concluye que “somos referente en Formación Profesional en el ámbito europeo”. La formación de formadores, que ya ha comenzado, será impartida por profesionales del sector y estará certificada por Fundación Naturgy y las administraciones educativas de las comunidades autónomas con las que la Fundación tiene convenio.

Este modelo de greenwashing (lavado de cara, en inglés) de grandes multinacionales contaminantes, que pretenden de transmitir una imagen de sostenibilidad y de producción de energías limpias a los futuros consumidores desde el espacio educativo, se está implantando y extendiendo como una mancha de aceite por todo el sistema escolar y universitario, mediante lo que se denomina “mentiras verdes”.

Ecoembes, un ejemplo significativo también, se presenta como “la organización sin ánimo de lucro que cuida del medioambiente a través del reciclaje y el ecodiseño de los envases domésticos ligeros”, asegura reciclar cerca del 80 % de los residuos de envases. Pero administraciones regionales, ecologistas, expertos y científicos han demostrado que solo es un 15 %. El beneficio es para los accionistas que trasladan a las corporaciones locales unos 1.700 millones de euros al año en costes por recogida y tratamiento de residuos de envases ligeros.

Ecoembes, como denuncia Ecologistas en acción, se pasea por los colegios, con la campaña “naturaliza”, eliminando de la conciencia de la siguiente generación la necesidad de reducir, o de reutilizar, opción prioritaria frente al reciclaje. Patrocina iniciativas escolares, tales como ir a recoger basura plástica en el entorno o conductas de reciclaje individual, pero obviando la responsabilidad de las grandes industrias y los intereses multinacionales que provocan el grueso del colapso climático. Los intereses empresariales de estas multinacionales “verdes” quieren desviar el movimiento climático hacia soluciones individuales.

También otras muchas fundaciones y empresas se introducen en colegios, institutos o universidades con iniciativas “medioambientales” enfocadas en este mismo sentido. McMoRan, una compañía minera acusada por su nociva conducta ecológica en Indonesia creó una cátedra sobre medio ambiente en la Facultad de Tulane. En España se crean igualmente Cátedras en universidades, sean de Transición Energética financiada por Repsol que es una de las empresas más contaminantes o sobre Cambio Climático pagada por la Cementera Heidelberg la industria más contaminante de la región de Málaga. Lógicamente pretenden que se hagan estudios a medida de sus intereses.

Su penetración en la educación, además de la contradicción en sí que supone, implica el peligro de introducir visiones “no conflictivas” (a-sociales, despolitizadas, simplistas, etc.) de problemas ambientales concretos -como es el caso del cambio climático- y de la crisis ambiental en general o proporcionar materiales “didácticos” que pongan incluso en cuestión la existencia del cambio climático, desacreditando a los agentes científicos o sociales que lo divulgan y que defienden la adopción de medidas preventivas o bien que remarquen las incertidumbres científicas existentes para justificar que todo siga igual.

Esto se ha constatado con la Educación para el Desarrollo Sostenible, por ejemplo, un enfoque de la educación que ha sido adoptado por organizaciones supranacionales y muchos gobiernos. Este discurso institucional de los objetivos de desarrollo sostenible y de la Educación para el Desarrollo Sostenible enmascara la gravedad de la crisis y el punto de no retorno en el que estamos ante el colapso y el cambio climático desde un enfoque que se ha denominado acertadamente “neoliberalización del discurso de la sostenibilidad”.

Es significativo que en los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) no haya ni una mención al tema del próximo agotamiento de la energía fósil (objetivo 7) y tampoco al carácter destructivo del modelo agrícola industrial y al desastre alimentario asociado al control del tema de la seguridad y soberanía alimentaria por parte de las multinacionales (objetivo 2). En definitiva, los ODS no suponen un cambio apreciable respecto a las propuestas del desarrollo sostenible tradicionales, pues se sigue planteando que los graves problemas socioambientales actuales pueden ser resueltos dentro del marco del neoliberalismo y del paradigma del crecimiento y la innovación tecnológica.

En verano de 2021 se filtraba parte del contenido del sexto informe que el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) tenía que llevar a la Cumbre de Glasgow (COP26) en noviembre de aquel año y que finalmente no se hizo público hasta abril de 2022, después de pasar por la criba de los políticos. En esta filtración –forzada por los científicos que habían elaborado el informe– se hablaba abiertamente del decrecimiento como única opción de lograr los objetivos de París (COP21), para limitar el calentamiento del planeta por debajo de los 1,5°C respecto a los valores preindustriales. En el resumen del informe dirigido a los políticos, el término decrecimiento fue eliminado.

Además, la “transición energética” que se nos vende desde las instituciones europeas es imposible sin que vaya acompañada de una reducción drástica de la producción y consumo de energía. No podemos engañar a las futuras generaciones. La legislación y las normativas educativas actuales, a pesar de que apuestan por promover la conciencia climática, lo hacen desde la óptica del desarrollo sostenible y con pautas marcadas por el mercado, mediante un relato de supuesta innovación educativa desde la óptica de los ODS. Una especie de blanqueo verde: estrategias engañosas de publicidad y venta que muchas empresas utilizan para dar una imagen de sostenibilidad que, en realidad, no corresponde a lo que se practica, ni a sus acciones ni a sus políticas reales.

Frente a estas “mentiras verdes” es imprescindible introducir en todo el sistema educativo una Pedagogía del Decrecimiento. Esta cuestiona claramente y sin ambigüedades las bases económicas del capitalismo y la ideología neoliberal, frente a aquellos modelos que no cuestionan las bases del actual sistema, y que proponen medidas y actuaciones que pretenden reformarlo para que sea “sostenible”. Sin sospechar que no es posible.

Porque el capitalismo, y la ideología neoliberal que lo sustenta actualmente, no está realmente interesado en que el tema de la sostenibilidad y, menos aún el decrecimiento, sea algo más que un mero discurso en todo caso que permita seguir manteniendo el mismo modelo de producción y consumo, de desigualdad e injusticia estructural, pero vestido, o mejor dicho, disfrazado de “verde”.

Se puede seguir leyendo más sobre este tema en el libro Pedagogía Antifascista, y en el libro Pedagogía del Decrecimiento (Editorial Octaedro, 2024).


[1] Una de las prácticas de marketing más comunes consiste en el naming, la cual consiste en renombrar productos o servicios acordes a los gustos y valores del público destinatario, independientemente de las peculiaridades de dicho producto o servicio.

Este artículo fue originalmente publicado en eldiariodelaeducacion.com

CGT Enseñanza Aragón

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