En los últimos años y muy particularmente en los últimos meses, la clase obrera ha vivido una pauperización de las condiciones de trabajo, en general, y del mundo universitario y de la investigación, en particular. La COVID19 únicamente ha acelerado este proceso, pero ha brindado una oportunidad de oro a la patronal de las universidades y centros de investigación para devaluar, aún más, las condiciones de trabajo de aquellos que hacemos posible su funcionamiento.

Nuestra incapacidad como trabajadores para organizar una respuesta contundente durante el período de confinamiento y la posterior vuelta a la «normalidad» se ha traducido en un despotismo exacerbado por parte de los Equipos de gobierno y de las instituciones (autonómicas y centrales): como ejemplo, en muchas universidades no se ha contado ni con el PDI ni el PAS para la planificación de la vuelta al trabajo, se han suspendido negociaciones por «no ser prioritarias» y se ha ahondado aún más en la precariedad no renovando contratos, por ejemplo, en un momento en el que claramente se necesitan más profesionales para asegurar la salud, literal y figuradamente, del sistema universitario y de investigación.

Por este motivo consideramos, ahora más que nunca, que se ha acabado el tiempo, que no debemos mostrar más paciencia y hemos de confrontar abiertamente la gestión capitalista, tanto de la universidad como de los centros de investigación, que entiende la formación del estudiantado y la investigación como una mera mercancía con la que comerciarl.

Así pues, las graves problemáticas del mundo de la investigación y de la universidad siguen hoy tan vigentes como antes de que sobreviniera la pandemia; siguen produciéndose contrataciones fraudulentas y precarias (como es el caso, por ejemplo, del profesorado asociado) en los centros públicos; no ha habido ninguna mejora respecto a las demandas de estabilización del PDI y del PAS, por lo que la gran mayoría de los mismos se encuentran ahora con un futuro incierto; los servicios básicos de las unviersidades y centro de investigación (caferterías, limpieza, etc.) continúan externalizados en manos del capital privado; cada día se ahonda más en la absurda jerarquización académica, rompiendo con el principo de «a igual trabajo, igual salario»; la universidad, lejos de ser pública y gratuita, mantiene elevados precios de matrícula y tasas que expulsan a los estudiantes de extracción obrera y popular y los criterios de evaluación continúan fomentando un modelo de competitividad que, junto con la precariedad, forman un excelente caldo de cultivo para el fraude científico y las enfermedades mentales.

La lucha es el único camino.
El 21 de octubre nos vemos en las calles.