Ferrer i Guàrdia: la razón entre tinieblas

Ferrer i Guàrdia: la razón entre tinieblas

Francisco Ferrer i Guàrdia fue fusilado en 1909, tras haber ejercido como pionero de la educación racionalista en España.

EDUARDO PÉREZ (Ilustración: Belén Moreno)

El 13 de octubre de 1909, el Ejército español fusila a la razón en el foso del Castillo de Montjuic de Barcelona. La razón toma forma, en este caso, de varón de 50 años, pelo cano que ya ha retrocedido bastante en la parte central del cráneo, abundante mostacho que impera sobre una cuidada barba, ropa elegante sobre la que se observan varios agujeros recién producidos por una andanada de balas. Francisco Ferrer i Guàrdia, en la España de principios del siglo XX, encarna la luz que se abre paso entre las tinieblas. Ferrer escribió cosas como esta: “Demostrar a los niños que mientras un hombre depende de otro se cometerán abusos y habrá tiranía y esclavitud, estudiar las causas que mantienen la ignorancia popular, conocer el origen de todas las prácticas rutinarias que dan vida al actual régimen insolidario, fijar la reflexión de los alumnos sobre cuanto a la vista se nos presenta, tal ha de ser el programa de las escuelas racionalistas”. En España, pensar así es pecado. Llevarlo a la práctica, pecado mortal.

La insólita libertad de los niños

Nacido en 1859 en una familia conservadora de campesinos de la comarca de El Maresme, Ferrer empezó a trabajar con 14 años en Barcelona, donde siguió educándose de forma autodidacta y comenzó a relacionarse con grupos masónicos y republicanos hasta que en 1886 se exilia en París tras dar apoyo a un fallido pronunciamiento militar. Durante la década siguiente, además de adentrarse en el pensamiento anarquista, va desarrollando sus planes de educación racionalista. Estos se hacen realidad en 1901 en Barcelona gracias a la herencia recibida por una antigua alumna. La Escuela Moderna, que acoge a un centenar de alumnos, es descrita así por Ferrer i Guàrdia: “Los niños y las niñas tendrán una insólita libertad, se realizarán ejercicios, juegos y esparcimientos al aire libre, se insistirá en el equilibrio con el entorno natural y con el medio, en la higiene personal y social, desaparecerán los exámenes y los premios y los castigos. Se hace especial hincapié en el tema de la enseñanza de la higiene y al cuidado de la salud. Los alumnos visitarán centros de trabajo —las fábricas textiles de Sabadell, especialmente— y harán excursiones de exploración. Las redacciones y los comentarios de estas vivencias por parte de sus mismos protagonistas se convertirán en uno de los ejes del aprendizaje. Y esto se hará extensivo a las familias de los alumnos, mediante la organización de conferencias y charlas dominicales”.

Coeducación, laicidad y pensamiento crítico son los principios de la escuela y auténticos anatemas para la patronal educativa española: la Iglesia católica. Ferrer se convertirá en una especie de anticristo para los sectores conservadores de Barcelona. De esta forma, el centro educativo se convertirá en objetivo cada vez que se desate algún conflicto. En 1906, uno de sus bibliotecarios, Mateo Morral, atentó en Madrid contra la familia real, lo cual supuso el encarcelamiento temporal de Ferrer y el cierre de la Escuela Moderna. Esta no reabrirá, aunque el pedagogo seguirá al frente de un importante movimiento de renovación pedagógica tanto en España como en Europa.

La guerra llega a Barcelona

En el verano de 1909 se produce el levantamiento popular contra la guerra de Marruecos conocido como Semana Trágica. Tras su final, cinco personas son elegidas como chivos expiatorios. Una de ellas es Francisco Ferrer i Guàrdia, quien a pesar de las enormes manifestaciones europeas en pro de su liberación será condenado a muerte por un tribunal militar merced a un proceso arbitrario. La noche anterior a su fusilamiento, el creador de la Escuela Moderna dejó escrito: “Deseo que en ninguna ocasión ni próxima ni lejana, ni por uno ni otro motivo, se hagan manifestaciones de carácter religioso o político ante los restos míos, porque considero que el tiempo que se emplea ocupándose de los muertos sería mejor destinarlo a mejorar la condición en que viven los vivos, teniendo gran necesidad de ello casi todos los hombres. Deseo también que mis amigos hablen poco o nada de mí, porque se crean ídolos cuando se ensalza a los hombres, lo que es un gran mal para el porvenir humano. Solamente los hechos, sean de quien sean, se han de estudiar, ensalzar o vituperar, alabándolos para que se imiten cuando parecen redundar al bien común, o criticándolos para que no se repitan si se consideran nocivos para el bienestar general”.

A la mañana siguiente, Ferrer era ejecutado. El mensaje era claro: los niños y niñas no debían pensar ni cuestionar, sino seguir obedeciendo ciegamente a curas, burgueses y militares. Las tinieblas se extendían, de nuevo, por España.

Este artículo fue originalmente publicado en elsaltodiario.com

CGT Enseñanza Aragón

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