Elena Martín: «La repetición no es buena para el alumno y tampoco para el sistema educativo»
Desde la conferencia sectorial del pasado miércoles, en la que se acordó entre Gobierno y comunidades autónomas (excepto Andalucía, Madrid, Castilla y León, Murcia y Euskadi) cómo cerrar el curso escolar, el debate educativo ha girado hacia la evaluación del trimestre (también el año) y la repetición. El pacto establece una «promoción general» para el alumnado, argumento que han utilizado las regiones disidentes para desmarcarse del texto bajo el argumento de que no van a regalar aprobados –excepto Euskadi, que esgrime una cuestión competencial–.
Elena Martín, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid y especializada en evaluaciones, sostiene en esta entrevista que la repetición, que en España tiene una incidencia mucho mayor que en los países de nuestro entorno, es una medida lesiva para el alumno que la sufre y para el sistema, aunque tampoco debe ser descartada siempre. Martín reflexiona también sobre la evaluación como elemento de diagnóstico para un alumno y recuerda que «evaluar no es calificar».
¿Qué le parece la solución que han acordado el Ministerio y la mayoría de las comunidades autónomas?
Comparto completamente el espíritu que hay detrás. Creo también que cualquier persona que sabe de educación la comparte, y eso me hace pensar que las comunidades, por razones que no tienen que ver con lo que el alumnado necesita sino por política educativa, tienen que seguir su papel. Unas porque tienen que marcar el carácter propio de su comunidad, otras porque tienen una ideología determinada, pero anteponen con una falta de responsabilidad grande estas metas de marcar su identidad para hacer lo mismo al final. Si alguien se molestara en coger las normas que finalmente saquen las comunidades y las analiza es muy probable que comprobara que son muy parecidas y que responden a la preocupación común.
Entiendo entonces que apoya que se levante algo la mano para promocionar y titular.
No veo que se levante la mano. Me parece que toda crisis es una oportunidad de crecimiento, aunque no sé si seremos capaces de aprender de esta crisis. Pero si lo hiciéramos nos daríamos cuenta de que lo que estamos viendo es que lo que siempre se ha propuesto como líneas de avance en la calidad de la enseñanza. Pero ahora se está viendo que es imprescindible, ya no es discurso. Solo estamos de poniendo de manifiesto que cuando alguien no aprende hay que ayudarle más, no frenarle. Es esa idea, que siempre ha estado ahí, de que evaluar no es calificar, no es poner barreras. Es entender en qué punto tengo al alumno para saber cuál es el siguiente paso que cada uno necesita. Luego calificar es convertir esa información en nota. Pero eso es calificar, no evaluar.
Cuando yo trabajo con mis hijos también los evalúo. Mi hijo ha conseguido ordenar, pero no abras el armario que se te cae todo encima. Sé en qué fase está, no tengo que poner 7,2. Se nos pide que se utilice este tercer trimestre además de para reforzar los aprendizajes básicos para saber dónde tenemos a cada uno, poderle dar una ayuda individualizada y ver dónde empezar el año que viene. No los tenemos a todos en el mismo punto y puede que esas diferencias se hayan acrecentado. Ahora más que nunca es urgente atender a esa diversidad. Pero tampoco es nuevo, siempre ha sido la clave. Lo que pasa es que de no hacerlo ahora el riesgo de inequidad y brecha se hace más evidente.
Se habla mucho estos días de la repetición. ¿Cuál es su opinión?
No se puede opinar de todo como si todos tuviéramos conocimientos. Hay conocimiento experto, lo que la gente llama «la evidencia», que pone de manifiesto que la repetición ni es buena para el alumno ni es buena para el sistema educativo. Y no lo dice cualquiera, lo dice la OCDE a la que no se podrá acusar de ser una progre trasnochada. Hay datos que demuestran que a alumnos iguales, con perfiles iguales, si dejas pasar a uno y repite el otro y sigues la trayectoria de ambos, la del que has dejado pasar es mejor. Porque dejar pasar es apoyar a que siga.
Lo que no puede ser es una promoción automática como la entendemos: «Me ha igual lo que hagas». No es que me dé igual lo que pase contigo, por eso no es un aprobado general, que sería más fácil para el sistema. Si meto un aprobado general no meto esa tensión en el sistema porque se ha acabado. Tensión para el alumnado, que sabe que le vamos a pedir tareas. Tensión para el profesorado, para que sigamos haciendo esto, y tensión para la sociedad, para que se dé cuenta de que tenemos que seguir aprendiendo.
Cuando la gente dice que a los que pueden seguir aprendiendo más no hay que darles tarea, ¿qué tontería es esa? ¿Hacemos eso durante el curso? ¿Les frenamos porque otros necesiten apoyos? No, apoyamos más a quién más lo necesita, pero no frenamos. Vamos a evaluar. ¿Alguien suspende la asignatura? Ha suspendido, no ha aprendido. ¿Esto significa que tiene que repetir? No. Significa que el año que viene hay que reforzar esos aprendizajes. Hacerle repetir hace ver que la solución es que haga lo mismo otra vez. A veces no es eso, es que tienes que enseñarle de otra manera. No hay ni una idea nueva, y no es malo decirlo, estamos haciendo lo que ya se sabía que es la forma de enseñar bien.
Y si ya lo sabíamos, ¿por qué no lo estamos haciendo?
Es mucho más difícil atender a la diversidad, individualizar la enseñanza. Ningún ser humano aprende igual que otro, y no quiere decir que uno sea más tonto o más listo que otro. Esa idea siempre ha estado en la base, el ajuste de la ayuda. Tú tienes tres hijos y quieres lo mismo para los tres, pero si haces lo mismo con los tres te estrellas. Eso lo ve claro todo el mundo fuera de la escuela. Aún con tres hijos a los que conoces, no somos capaces los padres y madres. Y en la escuela, con 35 alumnos, pocas horas, un currículum sobrecargado… Es una obviedad, pero la escuela lo ha ido haciendo cada vez más difícil. Puede haber diferentes perfiles de alumnado que no hayan aprendido algo. Y cuando ya sabemos esto, ¿para qué usamos esa información? ¿Para decir si repiten o no? ¿Y con eso qué hacemos? Lo importante es usarlo para saber darle un apoyo diferencial que cada uno va a necesitar.
¿En qué casos la repetición sí funciona?
Que no sea la mejor opción no significa que no se pueda usar. Puede haber una persona a la que el esfuerzo que le exigiría promocionar y hacer los nuevos aprendizajes –más los refuerzos de aquello que no ha aprendido– le pueda resultar inasumible. Esto es lo que hay que decidir. Tener esa lucidez –que no magia– profesional. Podemos utilizar la repetición como una medida más, no ‘la’ medida.
Solo repetir no garantiza nada, porque responde a la idea de que no aprender es un problema de tiempo. Pero cuando los alumnos no aprenden no es solo por tiempo, es porque necesitan que les apoyemos de otra manera. Hay casos de gente que repite y una asignatura que había aprobado la primera vez la repiten. ¿Pero esto qué es?
Además, es una medida carísima e ineficaz. No acaban titulando ni aprendiendo mejor. Está en los informes, parece que la gente no lee. Cuando un alumno no aprende algo pasan dos cosas: que no aprende el contenido, y que ha aprendido que no sabe aprender. Y las dos son muy importantes y hay que entender el mensaje que se manda. Puede ser más grave que se sienta incompetente a que no haya entendido algo, porque hace que no quiera seguir aprendiendo.
Pero luego lanzamos esta genialidad de que hay que enseñar al alumnado a aprender a aprender. ¿Cómo va a querer aprender alguien a quien le decimos todo el rato que no sabe? Hay gente que sale de la escuela encogida, con una percepción de incompetencia. «Es que yo soy mal estudiante». ¿Qué es esto? ¿Es más importante que alguien sepa aprender o que este aprendizaje concreto no lo tengas en un momento concreto? Pero le decimos que no lo sabe y se lo podemos demostrar con decimales. ¿Eso es enseñar?
¿Por qué España tiene más repetidores que nadie, con casi un tercio de los alumnos en un curso que por edad no les corresponde?
Es un problema de cultura, porque veníamos de una escuela napoleónica, racionalista, y teníamos que cambiar muchas cosas. Pero por ser así de siempre no significa que sea correcto. Dentro de un tiempo no lo estará y nos asombraremos de pensar que la utilizamos tanto tiempo. Ya estábamos en la línea de cambiar esto, a nivel de organismos internacionales. Pero esto viene a agudizarlo. Y hay que aprovechar la ola para terminar de dar un impulso a esto. No pasa nada, pasaría si no hiciéramos nada por el que no aprende.
Es muy importante diferenciar entre evaluación y calificación. Y entender que las decisiones de promoción –que en su caso llevarían a la repetición– deben ser colegiadas. Esto responde a la idea de que más ojos ven más. Es más difícil que nos equivoquemos más personas. Al tener que pensar juntos tenemos que justificar, argumentar. Decir «no sabe» no sirve. Lo colegiado tiene dos ventajas: más mentes pensando juntas y al tener que argumentar ante otro documentas el proceso y el error es menos probable. Es más difícil, más lento, más trabajoso que cantar las notas. Pero es más acertado.
Además, es un elemento muy segregador, afecta más a los pobres que a los ricos, no solo en general sino en igualdad de condiciones.
Si se mira la estadística, los datos de repetición han tenido que ver por ejemplo con que la LOMCE haya dejado repetir cada curso. Antes, cuando era por ciclo, cometíamos menos errores que cuando lo podemos hacer cada curso. También es interesante ver quién repite. Hay un informe de Save The Children sobre la repetición que deja claro que siempre los mismos. De ahí la urgencia de no equivocarnos, porque si lo hacemos, ¿quién va a pagar el error? Y si hay que contestarlo a partir de quién ha venido siendo el perfil de repetidor, son los más vulnerables. Es como la Formación Profesional (FP) y el Bachillerato: la gente que hace FP es en general de clase bajas. O te lo explicas pensando que los niños nacen diciendo que quieren hacer FP o ves que la escuela a veces no solo no compensa, sino que reproduce desigualdades cuyo origen no es la escuela, y eso no puede ser. Como el perfil del repetidor no es azaroso, sino que correlaciona con factores de vulnerabilidad y de desigualdad, el riesgo de esto es abrir la brecha. Todos se llenan la boca con que no vamos a dejar a nadie atrás. Sí, lo dejaremos, igual que en economía a los autónomos, que se van a quedar en la calle, o a las pequeñas empresas, que cerrarán. Sabemos que la crisis económica no va a repercutir por igual en todo el sector empresarial. Pues se intenta evitar que la crisis educativa no vuelva a repercutir sobre los más débiles, que necesitan más apoyo para llegar al mismo apunto. Esa idea de «no hay nada más injusto que dar lo mismo a quien tiene necesidades distintas».
¿Cree que aprendemos algo de esto?
Para que aprendiéramos hace falta que alguien formalice esta idea. Que nos demos cuenta de lo que está pasando ahora, enfrentarnos a la idea de discriminar lo prescindible de lo imprescindible. Hay que hacer notar que la gente que se resistía a usar las tecnologías como apoyo, no como alternativa, ahora lo ha tenido que hacer, y se da cuenta de que es potente. Si cada uno tuviera que escribir en un folio qué hemos aprendido de esta crisis ,muchos dirían que han aprendido cosas que ya venían diciéndose, pero ahora las he podido experimentar y comprobar qué tienen de bueno y malo. El documento del ministerio dice que «se enseñará mediante metodologías más interdisciplinadas». Llevamos años diciendo esto. Pero, cuando volvamos a estar en la serenidad, ¿qué vamos a hacer? ¿Volver a lo clásico? Sería una pena. Mariano Fernández Anguita dice con razón que estaba cantado lo que iba a pasar con la brecha digital. Ahora tenemos que aprovechar lo que ha pasado para aprender. Para eso, además de esta parte personal de reflexión personal, está la política. No sé si alguien será capaz de dejar los intereses más propios, sean de un tipo u otro. Que parece que estar de acuerdo con el Gobierno es no ejercer la autonomía. Veremos qué hacen las comunidades.
Esta entrevista fue publicada originalmente en eldiario.es