El encuadernador y el exorcista: sobre el futuro de la digitalización en la educación (y en todo lo demás)

Las políticas públicas relacionadas con lo digital oscilan entre entre tecnosolucionismo despreocupado y neo-ludismo tecnófobo. El resultado de esta política de bandazos neuróticos en la que se alecciona a la comunidad educativa sobre los peligros de la tecnología al tiempo que se la echa en brazos de las grandes corporaciones digitales, es que estas controlan ya la gran mayoría de los centros educativos…y el comportamiento del alumnado, su profesorado y familias.

En este texto explicamos que las cosas pueden ser de otra manera. Y lo explicamos a través de un ejemplo practico: nuestro plan elaborado con algunas familias de Privacidad y Digitalización Democrática de las Centros Educativos ha sido recientemente aceptado por el departamento de Educación [de Cataluña].

La invención de la imprenta, por la mayor democratización del acceso al conocimiento que supuso, tuvo como consecuencia la Ilustración, una época histórica en la que se empezó a defender que el «conocimiento humano podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía para construir un mundo mejor» (Wikipedia dixit).

Desde aquel invento cada vez más personas leen e incluso escriben libros. Los libros se usan en la enseñanza desde hace tiempo. Y no solo los que hablan de cosas eruditas y prácticas; incluso la literatura de ficción se considera objeto de enseñanza.

Desde la invención de la imprenta hasta hoy, los libros han servido para construir nuestras sociedades sin que en este medio milenio a nadie se le pasara por la cabeza que quien quisiera leerlos o usarlos para enseñar tuviera antes tener la capacidad de encuadernarlos.

Por otra parte, si bien es cierto que siempre ha habido y habrá Autoridades que quieran decidir lo que se puede leer y lo que no, acusando los libros de ser un peligro, algo que hay que temer más que comprender; si bien bajo la batuta de esas Autoridades se han prohibido, quemado y censurado tanto los libros como a sus autoras y autores, hoy en día, en casi todos los países que se pretenden democráticos, esas prácticas ya no están muy bien vistas.

Resulta pues sorprendente que el formato más común hasta ahora para la enseñanza del digital en las aulas sea el de los programas creados y las formaciones impartidas por un técnico y un Guardia Civil (o correspondiente cuerpo de seguridad dependiendo de la Comunidad). Es como si la literatura la enseñaran encuadernadores y exorcistas, y esto dicho naturalmente desde el más absoluto respeto por ambas profesiones.

En algunos casos en la formación digital intervienen también expertos en ética, cosa que no nos parece mal si también – y sobre todo – la literatura, las matemáticas, la economía, las ciencias, la historia, la geografía, las artes y la educación física las enseñaran profesores de ética.

En resumen para ser una sociedad adecuada al tiempo en el que vive, para aprovechar la revolución digital, no hace falta tenerle más miedo de lo que es razonable para cualquier otra herramienta, ni saber de tecnología. Solo comprender.

El acercamiento al tema con el método encuadernador-exorcista produce el marco de lugares comunes-trampa en el que se mueven oscilantes las políticas digitales: entre tecnosolucionismo despreocupado («Todo lo solucionamos con cacharros digitales super fashion que compramos a clientes colegas y me da igual lo que pase con los datos personales privados de mis súbditos») y neo-ludismo tecnófobo («¡Vade retro máquinas de Satanás! Prohibamos redes sociales e Internet todo para proteger a lxs niñxs y la población que tenemos a nuestro cargo – que también mantenemos como niñxs para vigilarlos con más motivo»). La opción 1 suele ser la elegida por la derecha; la 2, por la izquierda, aunque en ambos lados hay formas híbridas de lo más creativas.

Un resultado de esta política a bandazos neuróticos es que, con el beneplácito de las autoridades políticas, acaba siendo Google (o similares) quien ha digitalizado más de dos tercios (¡2/3!) de los centros educativos, entre otras muchas instituciones. Es decir que mientras los exorcistas aterrorizan la comunidad educativa sobre los peligros de Internet en sí, se instalan en las aulas herramientas de EMPRESAS muy grandes, grandes como papás – de los que hay fiarse ontológicamente – y que se dedican al procesamiento de datos sobre los comportamientos de las personas para una gran diversidad de fines. La prueba de que son como papás es que nos lo dan ¡gratis! ¿No es esto maravilloso? Todas las aulas acojonadas y digitalizadas gratis. Ideal.

Una preciosa democracia digital nos está quedando. La verdad es que no se trata de pasar de la tecnofobia anacrónica a la fe ciega y regalar a las multinacionales todas las informaciones más íntimas y privadas de los menores, sus profesores y familias.

La cuestión es que la digitalización puede y debe ser democrática y respetuosa de derechos humanos tales como la privacidad de la vida íntima infantil y adolescente y de las personas en general; solo necesitamos desembarazarnos de lugares comunes medievales y tener la voluntad (política) de que sea así. Todo ya está ahí para que con poco esfuerzo se pueda dar una respuesta coherente a la necesidad de actualización al mundo digital.

Hace un año, un grupo de madres y padres se pusieron manos a la obra para cambiar esta situación y nos contactaron (a Xnet https://xnet-x.net/no-autorizar-google-suite-escuelas/ ). Juntos creamos un Plan para la Privacidad y la Digitalización Democrática de los Centros Educativos ( https://xnet-x.net/privacidad-datos-digitalizacion-democratica-educacion-sin-google/ ). Hace un año lo propusimos al Departament d’Educació de Catalunya – ya que Educación es una competencia autonómica y nosotras vivimos en Catalunya.

El Covid19 ha contribuido a demostrar con creces la vigencia y necesidad de nuestra propuesta.

El Covid19 ha demostrado también que en general nuestras instituciones van tarde en la digitalización y , peor aún, van tarde en querer entender lo digital. Por eso, lo digital simplemente ocurre, sin más criterio que los deseos y beneficios de empresas privadas elegidas al azar por grado de amistad o por el comercial que llega primero a encandilar con gadgets el político de turno.

Y otra cosa más que ha sacado a la luz el Covid19: durante el confinamiento tuvimos cada día que aprender una herramienta nueva de videollamada según lo que nos iban pidiendo instancias superiores: el trabajo, la familia, la administración…

A muchos esto les hace creer que la digitalización es este infierno: ser todos beta testers, catadores de los productos de las empresas tecnológicas, viviendo por toda la eternidad en una curva de aprendizaje infinita. Si a esto añadimos que todas las instituciones cuando no saben qué hacer y quieren aparentar modernidad o cuando deben untar a algún amigo lo que hacen es encargar una App, realmente lo digital se reduciría a usar la ciudadanía como conejillos de India. Son Apps casi siempre inútiles. Tan inútiles desde la perspectiva de cómo se emplea el dinero de las y los contribuyentes que su código cerrado las hace inmodificables, inauditables e inadaptables; para tirar a la primera incidencia.

Esto tiene que parar. Es pura malversación de dinero público, cohecho y concurrencia desleal.

Nos propinan lo digital como el aprendizaje de cantidad inacabable de aplicaciones que nunca serán las últimas ni las mejores. Esto solo consigue que – sobre todo quien no es nativo digital – abandone el esfuerzo. En realidad, como en el caso de los libros, se trata de entender lo que plantean independientemente de tecnologías concretas y, por ello, poder entender como funcionan todas. Lo digital principalmente es una estructura de pensamiento que facilita algo revolucionario para la renovación de la gobernanza si es bien utilizado: esa idea de red permite funcionar ágilmente siendo pocos y con pocos recursos, generando resultados que pueden repercutir en muchos, ya que combina desintermediación, trazabilidad e inmediatez.

Tampoco se trata de obligar a aprender código libre a las personas que quieren sustraerse a la lógica de catadoras de productos y que no tienen conocimientos técnicos. Se trata de que las instituciones apuesten. No se puede competir con grandes corporaciones sin coordinación y recursos institucionales para la adecuación a las necesidades, en este caso, de la comunidad educativa. El esfuerzo de adecuación quedaría en mano de los centros, ya desbordados de responsabilidad y trabajo, agotando la paciencia del alumnado, profesorado y familias. Esto produce rechazo y los aboga a los brazos de corporaciones que facilitan la digitalización a cambio de hábitos de dependencia y de clientes cautivos.

Se requiere de una intención institucional para que la solución sea estable y resolutiva. Se trata de crear un círculo virtuoso: las instituciones mejoran los códigos abiertos utilizados en todo el mundo y les añaden valor y recursos, contribuyendo a los bienes comunes y accesibles y, al mismo tiempo, aprovechan este conocimiento que está al alcance para lograr más calidad democrática de sus estructuras con menos recursos.

En pocas palabras proponemos un keynesianismo de la democracia. Que la inversión pública necesaria para reactivar la economía produzca infraestructuras para la democracia. Ese debería ser el futuro de la digitalización – y en buena parte también del trabajo.

Escribimos este texto para celebrar que la semana pasada hemos conseguido que Educació de la Generalitat asumiera nuestro plan. Trabajaremos mano a mano en la hoja de ruta para su implementación.

Nótese: nuestra propuesta no excluye a nadie. Los fans de Google, que no se agobien. Aquí no se prohíbe nada. Solo nos gustan las competiciones en igualdad de condiciones y sin cartas trucadas. Además, naturalmente, la digitalización forma parte de una actualización de la educación a los tiempos en que vivimos, en ningún caso se plantea que sustituya la educación presencial.

Y una cosa más: no percibimos remuneración por ello. Pedimos: a) un trato de cooperación con la institución; b) que ponga recursos humanos para que el proyecto salga adelante. Esto vale mucho más que un sueldo: aligera el esfuerzo para conseguir una mejor democracia y además da ejemplo para otros proyectos.

Nuestro plan tiene la vocación de llegar a ser un ejemplo replicable en otro lugares, aquí y en Europa, además de un piloto que luego se aplique al resto de Administraciones.

En qué consiste

Contiene tres frentes a atacar: servidores, herramientas, formación.

1) Servidores seguros y respetuosos con los derechos humanos: la seguridad del almacenamiento en la nube, además de técnica y de respeto del reglamento de protección de datos, debe ser también de seguridad para los derechos humanos como, por ejemplo, para la presunción de inocencia.

2) Suite for education: agregar en un pack estable las herramientas con código auditables (Google y Microsoft – como ejemplo – no lo son) que ya existen, se usan y ofrecen el mismo tipo de prestaciones que proporcionan las suites de las grandes corporaciones.

3) Formación y capacitación digital de la comunidad educativa: por una parte, task force para la implementación del pack , y por otra, actualización del marco mental propuesto por las instituciones para la formación digital. Lo dicho: ni encuadernadores, ni exorcistas (que también); cultura y conocimiento críticos.

Para conocer más detalles del plan: https://xnet-x.net/privacidad-datos-digitalizacion-democratica-educacion-sin-google/

Si te quedan dudas, puedes asistir a la reunión informativa online del día 2 de julio a las 18h. Anunciaremos el link para la conexión en los canales de comunicación de Xnet ( https://xnet-x.net ).

¡Seguimos!

Este artículo fue originalmente publicado en publico.es

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