El Diseño Universal de Aprendizaje y el negocio educativo

El Diseño Universal de Aprendizaje y el negocio educativo

Desde los gigantes de internet a la banca, pasando por el Ministerio de Educación, todos usan la educación para vender apps y tecnología. Como contrapartida las metodologías se pervierten, la libertad de cátedra se esfuma, los perfiles profesionales se unifican a imagen del mercado y la bajada de ratios queda proscrita. El DUA es otro capítulo más en esta historia.

ANA M, VALENCIA HERRERA Y VLADIMIR SOLÁ GARCÍA

Bien conocido y sufrido en otros países, el Diseño Universal de Aprendizaje (DUA) ha irrumpido en España con la Lomloe como si se tratara de la más firme verdad de la pedagogía contemporánea. Aparece como modelo y muchas comunidades ya incorporan este “producto” en su legislación sobre educación inclusiva. Otro desgraciado ejemplo de la penetración del capital en lo que antes era servicio público y ahora es target market. Tanto las ideologías rectoras del sistema educativo como las pedagogías han de ajustarse al objetivo económico, y de ahí que el DUA lleve consigo una notable máquina de propaganda: cursos, publicaciones, charlas, youtubers, influencers y gurús educativos, a menudo con acceso a fondos públicos, para crear y vender la ilusión de una base empírica.

El concepto de diseño universal había sido introducido previamente por Ron Mace en el campo de la arquitectura, para crear espacios asequibles para todas las personas. Después el modelo fue reciclado como accesibilidad de las tecnologías, suponiendo un éxito comercial inmediato. En lo que al aprendizaje se refiere, fue un iluminado de Harvard, David Rose, fundador en 1984 del Center for Assistive Special Technology (CAST), el que aprovechó el concepto para replicar el éxito comercial de las tecnológicas, pero ahora enfocado al lucrativo desembarco de estas corporaciones en la educación. El CAST sigue siendo la referencia ideológica absoluta a día de hoy. El lema “el momento del diseño es donde el docente se convierte en arquitecto de programaciones accesibles” ya nos deja trazas claras de cuál es la genealogía de esta visión de la educación.

Rose apostó primero por introducir su idea en el programa educativo No child left behind, de George W. Bush, que fue un completo fracaso, precisamente porque vinculaba la financiación de los centros con estándares universales que destrozaron al alumnado socioeconómicamente más desfavorecido, que no los alcanzaba. Después, en 2010, ya bajo la administración de Barak Obama, se introdujo su artefacto en el Plan Nacional Estadounidense de Educación en TIC, convenciendo a las personas “adecuadas” de la utilidad estratégica del concepto para el edunegocio: la fundación de Melissa y Bill Gates, Jeb Bush, Teach for All o Google. Estos agentes sí pudieron llegar a las instituciones económicas que regulan las políticas educativas más que ningún gobierno: la OCDE y el Banco Mundial. De ahí la gigantesca red de empresas que estaban desembarcando en el sector educativo norteamericano, y luego, más recientemente, en la UE. Según UNICEF, el DUA es un marco educativo que reconoce que las personas aprenden de diversas maneras y se benefician de técnicas de aprendizaje diferenciadas en el aula.

Así, con el DUA tenemos un “producto” con una proyección de mercado enorme, dado que su diseño “paradójicamente universal” se basa en las diferencias entre estilos de aprendizaje. Todo el mundo puede beneficiarse, todo el mundo puede comprarlo, sea un emporio educativo o una administración. Prueba de ello es la participación activa en su promoción por parte del Santander, el BBVA, Telefónica, Vodafone o La Caixa, sea directamente o a través de instrumentos como la Fundación Botín o como HAZ, esa “alianza por la educación” en la que se unen la banca, Endesa, Google y el Ministerio de Educación del PSOE, tal vez el más neoliberal de la historia. Quieren vendernos tabletas. Les entusiasma el DUA.

No importa la falta absoluta de evidencia empírica seria que lo sustente. Es lo que sucede con casi todas las ocurrencias neoliberales, como la enseñanza bilingüe, el Aprendizaje Basado en Proyectos, el trabajo por áreas o la sustitución del libro de texto y el bolígrafo por dispositivos digitales de vida efímera como las tabletas. Todo ello conforma un campo abonado para la implantación del DUA, que va ligado a este panorama. Cuando son interpelados sobre la “evidencia” del DUA sus promotores se escurren. Hay más de treinta puntos de control para analizar si las prácticas docentes son inclusivas, explican, de modo que, aunque hay evidencias sobre cada punto, no las hay del conjunto de ellos funcionando a la vez. Con lo que la demostración del modelo completo se difumina. Todo se diluye en una maraña burocratizada de principios, pautas y puntos de verificación, según quién haya hecho qué, dónde y con qué intensidad.

Su defensa como metodología se basa en la premisa de que cada persona aprende de manera distinta y hay que adaptar el sistema dándole la posibilidad de elegir entre diferentes maneras de recibir la información. Sus promotores dicen no tener nada que ver con las inteligencias múltiples, pero recurren constantemente al arsenal conceptual de esta teoría tan cuestionada. Lo definen como estrategia para enseñar en la diversidad, optimizando las oportunidades de aprendizaje, por medio del diseño de actividades o desarrollo de clases (desgraciadamente se asimila una cosa a la otra) capaces de atender los tres estilos de aprendizaje, que serían el kinestésico, el visual y el auditivo. El lenguaje del marketing se hace evidente. Donde dice oportunidades de aprendizaje debemos leer de negocio, y las actividades en las que convierten las clases van con las aplicaciones, que son el producto. Solo así pueden ser accesibles, multinivelares y motivadoras.

El inspector educativo balear Miguel Ángel Tirado Ramos nos ofrece un excelente repaso al DUA en Decodificando el diseño universal de aprendizaje: ¿qué evidencia empírica lo respalda?. Aquí califica esto de que cada persona aprende de manera distinta de neuromito, el mito “más influyente y popular del sistema educativo”. Lo que sí parece demostrado es que se hallan más semejanzas que diferencias en la memoria y el aprendizaje humanos, exactamente lo contrario que sostiene aleatoriamente el DUA. No deja de ser paradójico que se haga tanto hincapié en la neurología cuando se desprecia por completo lo que sí sabemos ya con respecto al uso de las pantallas, y a cómo afecta al aprendizaje, al desarrollo cerebral y al comportamiento.

En un ejercicio malabar solamente sostenible en una sociedad frenética y desinformada, se reconoce el daño ocasionado por las pantallas -con medidas como la supresión del móvil en las aulas- y, al mismo tiempo, se establece por ley una metodología basada en ellas. Tal vez la cuestión sea que la venta de móviles ya está garantizada, y ahora se trata de que las administraciones y las familias compren otros dispositivos para el tiempo de aula. Es el mismo mecanismo que se emplea en la venta de automóviles. El anuncio no ofrece directamente el coche, vende un valor, el “beneficio” de ese producto, como la libertad, la autonomía o la seguridad. Así se incrementan las ventas. En el caso del mercado educativo lo que va en el anuncio es el valor pedagógico de la inclusividad, que adopta la forma de una metodología, y luego lo que compramos es una app, una tablet o una pizarra digital.

No existe otra posibilidad ni se pueden encontrar ejemplos de implementación del DUA que no pasen porque la personalización del aprendizaje en aulas abarrotadas sea con apps, Google Classroom, Clipchamp o cualquier otra aplicación.

Encaja con la dura resistencia del Ministerio a la bajada de ratios, tan reclamada desde la pandemia. Esta sería la única solución real, pero no facilitaría el edunegocio. El DUA sí, porque siempre resultará que sin medios digitales es imposible desarrollar sus famosos tres principios, consistentes en “proporcionar múltiples formas de representación, de compromiso, y de acción/expresión”. Un traje a medida para Google. En el universo DUA se hace hincapié en que son las “tecnologías de ayuda” las que nos van a permitir llegar a ese “diseño multifactorial” que hará que todo el alumnado participe en las propuestas del aula.

Con este trasfondo se promocionan las apps educativas mediante un producto viral de marketing como la Rueda DUA, una popular infografía digital, consistente un círculo dividido en tres grandes porciones, en cada una de las cuáles se asignan apps concretas a cada uno de los tres principios arriba mencionados. Esta rueda va circulando y se van añadiendo más. Por ejemplo, en el quesito de la representación se asignan aplicaciones como Voki, Accesibilidad Windows, Pixabay, OpenDislexic y muchas otras, literalmente docenas de ellas. En el quesito del compromiso están Kahoot, Edmodo, Classroom Screen, o en el de acción/expresión otras como Google Earth, LetMeTalk, Agenda Escolar, o Día a día, que es de la Fundación Orange, lo mismo que DictaPicto u otras. Puedes clicar en cualquiera de los íconos de estas apps y enlazar directamente con Google Play o con la tienda de Apple, para que puedas descargarlas y ser un eficaz agente comercial en tu aula.

Así, curiosamente, tres niñas nacidas, digamos, en una aldea de Thailandia, en Bogotá y en Lorca, aunque según el DUA tengan distintas maneras de aprender, van a encontrar la solución a las dificultades con el inglés de cada una en la misma herramienta, Letmetalk, de Apple. No importa el entorno socioeconómico de cada estudiante, por mucho que todas las evidencias sociológicas digan lo contrario.

En España hemos comprobado fehacientemente que la digitalización ha abierto brechas sociales enormes entre las familias, dentro de un mismo país, de una misma región, e incluso dentro de la misma localidad y en el mismo centro. Por eso el diseño de aprendizaje de las tecnológicas, aunque se nos venda como mecanismo de inclusión, solo va a producir más exclusión, más segregación. En definitiva, lo que de suyo produce el mercado.

La profesora de inglés de Lorca puede enseñar inglés, claro está, pero no será deseable que lo haga entrando en competencia con Apple. Será preciso que la tecnocracia limite el recurso humano -la ratio, la contratación docente, pero también la libertad de cátedra- y además lo asimile a sus propósitos. De ahí que la colonización digital de la educación, la burocratización y la privatización sean procesos tan profundamente imbricados entre sí.

El DUA es un arma de desprofesionalización docente, sirve para despojar a la profesora de su rango de experta, con lo que eso pueda significar en cuanto a condiciones laborales y estatus social. Vía libre a las soluciones de mercado.
Algunos perfiles profesionales del trabajo socioeducativo, de los que están en los departamentos y equipos de orientación públicos, directamente molestan a defensores del DUA como Antonio Márquez, director de Aula Desigual, entidad clave en la promoción de la Rueda DUA. Es un laboratorio, pero también es una empresa que ofrece servicios de formación y asesoría, teniendo como clientes a los jesuitas, a Down España, a las Escuelas Profesionales Sagrada Familia, o incluso a la Generalitat Valenciana a través de sus CEFIRE, los centros de formación, innovación y recursos educativos.

Este señor, titulado por el CAST, Antonio Márquez, es conocido también por el blog “Si es por el maestro nunca aprendo”, y directamente se ha posicionado contra la existencia misma de su propia especialidad de Pedagogía Terapéutica. Lo podemos ver, por ejemplo, en un polémico tuit del 21 de mayo de 2023: “Yo eliminaría la especialidad de PT”. Con el DUA los perfiles de Pedagogía Terapéutica no harían falta. No quiere especialistas, solo supervisión generalista, estandarizada e intercambiable. En el fondo, el logro sería asimilar todos los perfiles docentes al nuevo tipo de gestor tecnocrático diseñado en el sector privado.

Dentro de este marco de respuestas tecnológicas, sospechosamente, la demanda de más personal, o de bajada de ratios, se obvia con displicencia o se da por irreal. Después de todo, el argumentario del Ministerio de Educación de Pilar Alegría es muy claro al respecto: “No tenemos evidencia científica de que bajar las ratios mejore los resultados”. La pseudociencia de los aprendizajes está muy bien financiada, cuenta con buenos padrinos. La escuela pública no tanto. La solución nunca es bajar las ratios, sino promover actuaciones educativas de éxito, avaladas por alguna supuesta evidencia, de la que al parecer sí disponen.

Cuando se nos dice que lo importante es que sea el propio alumnado el que elija qué contenidos y cómo acceder a ellos en realidad solo se nos está describiendo el momento de la decisión de compra. Más que educar, adiestrar buyers. Esto cuadra muy bien con el imaginario social ya experimentado en los centros privados concertados, con aulas llenas de clientes cada uno con un dispositivo, realizando un trabajo individual ligeramente supervisado por alguien a cargo del aula. Es algo que demasiadas familias han comprado. Si por desgracia para la banca, sigue subsistiendo una red de centros públicos, entonces se tratará de sacar tajada de todo lo que suceda dentro de ellos. Si no puedes privatizar una escuela, entonces impón tus métodos.

Este artículo fue originalmente publicado en eldiariodelaeducacion.com

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