Educar al aire libre con pandemia, y sin ella
Amal Wadie y Andrea Estrella
Si ya se ha probado científicamente que los espacios cerrados incrementan de forma relevante la probabilidad de contagio por coronavirus, ¿por qué se siguen pasando la mayoría, o todas, las horas lectivas entre cuatro paredes?
La vuelta al colegio este curso está poniendo de manifiesto, una vez más, que la educación sigue sin estar entre las prioridades de las agendas políticas, y que los recursos y medios son insuficientes para conseguir unas condiciones mínimas de seguridad, calidad e integración para afrontar los retos que la pandemia nos ha puesto por delante, y que ya estaban presentes con la crisis ecosocial. Más aún, parece que poco o nada se ha aprendido de estos meses de confinamiento en cuanto a la necesidad de innovar e incorporar nuevas metodologías que tengan en cuenta, por ejemplo, los beneficios del contacto y el aprendizaje en la naturaleza, al aire libre.
Según un estudio realizado en Japón, los ambientes de interior se consideran 18 veces más proclives al contagio y, por lo tanto, aumenta la probabilidad de generación de brotes masivos (Nishiura et al. 2020). Además, la falta de actividad al aire libre, el cierre de las escuelas, la alteración de hábitos alimentarios y ritmos de sueño causan monotonía, angustia, impaciencia, irritabilidad y degenerar en diversas manifestaciones neuropsiquiátricas (Ghosh et al. 2020).
Por eso, ahora más que nunca, cobra especial relevancia hablar de la educación en la naturaleza. ¿Y qué pasa en las ciudades, dónde las selvas de asfalto cubren los patios de los y las peques? La alternativa pasa por la renaturalización de los espacios y, sobre todo, la puesta en marcha de huertos escolares, una práctica cada vez más extendida en nuestro país.
Por una «huerta» al cole segura
Los huertos escolares son espacios imprescindibles por su importancia como herramienta para integrar, dentro de la educación formal, la educación en la naturaleza y la sostenibilidad. Además, en tiempos de pandemia, tienen un gran potencial para una vuelta al cole segura, en un espacio al aire libre, y que permita integrar aspectos esenciales para el desarrollo de la infancia mediante la toma de contacto con la diversidad natural.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, los espacios verdes o huertos escolares de los centros educativos no se están teniendo en cuenta dentro de las posibilidades a disposición de los equipos docentes para afrontar este nuevo curso escolar y adaptar las metodologías a «la nueva normalidad». Algo que resulta llamativo, puesto que son una realidad cada día más extendida y diversa en muchos centros educativos de nuestro país.
De manera exponencial en los últimos años, muchos centros de todos los niveles educativos han iniciado interesantes e innovadores proyectos relacionados con los huertos escolares sostenibles, que, paradójicamente, ahora cuando son más necesarios que nunca, se ven en peligro.
En un mapeo a nivel estatal iniciado por Germinando en septiembre de 2018, se contabilizaron cerca de 4000 huertos escolares en todo el país, en los cuales se han desarrollados labores específicas y transversales al currículo escolar y accesibles a todos los niveles educativos. Esta apuesta por un tipo de aprendizaje experimental y vivencial vinculado a la naturaleza, sin duda alguna, ha tenido resultados positivos más que evidentes en el proceso de aprendizaje de los y las más pequeños/as.
Economía social y solidaria: educar para transformar
Reivindicar la educación en la naturaleza y la importancia de los huertos como herramienta de aprendizaje del mundo que nos rodea, no es otra cosa que reivindicar una educación para la transformación ecosocial. Y en este sentido, si entendemos la economía social y solidaria (ESS) como una propuesta de vida asentada en bases democráticas, ecologistas, feministas, sensibles y colectivas, comprenderemos que la educación sea concebida por la ESS como un ámbito crucial a través del cual abordar los principales retos de la actual situación que vivimos: la relación con la tierra y con el entorno.
En este contexto, REAS Red de Redes acaba de presentar un documento con diversas propuestas y enmiendas en relación a la nueva ley educativa que actualmente se encuentra en trámite parlamentario. Los objetivos de dichas propuestas son fundamentalmente:
– Acercar la economía social y solidaria al sistema educativo como modelo para entender y ejercer el trabajo, aprender, dar a conocer otras formas de consumir, relacionarse y, en definitiva, vivir.
– Impulsar la comprensión sistémica del entorno próximo y global del alumnado.
– Acompañar la difusión del cooperativismo con metodologías innovadoras.
– Capacitar al alumnado para su profesionalización en el marco de la economía social y solidaria.
– Promover el emprendimiento social.
– Generar vínculos entre el tejido de la Economía Social y Solidaria y la comunidad educativa que sirvan como catalizadores para generar dinámicas que mejoren la empleabilidad.
En este sentido, también el Mercado Social de Madrid ha iniciado el curso escolar con la campaña #EducaciónDeCercanía para difundir el tipo de educación que propone la ESS y dar visibilidad a todas las entidades de la red implicadas en la docencia.
En otras palabras, el compromiso de la ESS con la educación es el compromiso con la democracia, el desarrollo comunitario, la sostenibilidad y la formación de personas como agentes activos de la transformación ecosocial. Educar en la naturaleza, como proponemos desde Germinando, apostando por la huerta escolar, es el lugar desde el que podemos comenzar realmente a cambiar las cosas para aprender, de una vez, de nuestros propios errores.