¿Clases de 15 alumnos? El sistema educativo afronta sin suficientes docentes el reto de desdoblarse en la vuelta al cole de septiembre

Los grupos de chats de profesores se llenan estos días de preguntas que se quedan ahí, esperando una respuesta que no llegará. «¿Grupos a la mitad? ¿Clases de 15? ¿Quién va a dar esas horas? ¿Qué alumnos vendrán a clase? ¿Cómo voy a compaginar trabajo y teletrabajo si solo la enseñanza a distancia me tiene desbordada?»

Como viene sucediendo durante toda la crisis del coronavirus, cada anuncio que hace el Gobierno sobre el curso escolar plantea más dudas de las que resuelve, sumiendo a los profesores y familias en especulaciones de todo tipo. El último ejemplo ha sido la decisión del Ministerio de Educación de que en septiembre, si no hay vacuna contra la COVID-19 (que no la habrá con toda probabilidad), la actividad docente presencial volverá con grupos desdoblados y máximo 15 alumnos por aula, según anunció la ministra Isabel Celaá en una entrevista con 20 minutos.

El problema que se encuentran los docentes es que hasta ahí llega la información. El Ministerio tampoco aporta más. «Si las medidas de distanciamiento continúan, es evidente que hay que tener un plan previsto para organizar la actividad educativa», explica una portavoz. «El Ministerio está trabajando con las comunidades autónomas para organizar el comienzo del nuevo curso», cierra.

A este respecto, desde la federación estatal de asociaciones de directores de instituto Fedadi advierten: «En septiembre no va a haber estado de alarma, por lo que todo quedará en manos de las comunidades [que tienen la competencia en Educación]. Si no piensan en desarrollar una normativa estatal podría pasar que cada región hiciera una cosa o que incluso alguna decidiera que no necesita llevar a cabo estas medidas».

«Hay que tener resuelto antes cómo se lleva a cabo»

«Cuando sueltas una idea, hay que tener resuelto antes cómo la vas a llevar a cabo», valora Raimundo de los Reyes, presidente de Fedadi. «Hay que comprobar que tenemos los recursos, los medios y las condiciones para llevarla a la práctica. Y ahí es donde yo tengo mis dudas. De que se tengan estos medios y de que se puedan proveer», añade.

La palabra más repetida estos días para analizar la propuesta del ministerio es «improvisación». La usan los profesores y las familias. La emplean los sindicatos docentes, que lamentan que las administraciones estén diseñando un plan que les afecta, y mucho, sin consultarles.

La falta de profesorado, de recursos tecnológicos en los centros para mantener la enseñanza a distancia (tendrán que asumir a la vez lo que los docentes y alumnos hacen ahora en sus casas), la no adecuación de los espacios físicos, la conciliación de las familias cuando a sus hijos les toque quedarse en casa, o el uso de los espacios comunes en los colegios (¿qué va a pasar con los comedores?) se señalan como los principales problemas a abordar con el plan del Gobierno.

Y un elemento del que se habla poco, pero al que los profesionales dan mucha importancia: la brecha social. «Lo que más claro ha quedado es la importancia de la escuela presencial», reflexiona Jurjo Torres, catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de A Coruña. «Pensábamos que vivíamos en una sociedad con igualdad de oportunidades, pero ahora se visibilizó que en realidad es muy desigual».

Antonio Bolívar, catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Granada, coincide con Torres. «La casa no puede ser la escuela», rechaza, y habla de «brecha social» en vez de brecha digital, de madres, casi siempre madres, que tienen que ayudar a sus hijos «si pueden y saben». «La clase online no es regalarte un ordenador», dice Torres. «Se puede llevar cuando está la familia, hay un ordenador, una conexión a internet decente, incluso comida en la mesa…», opina Bolivar.

Desdobles en el espacio o en el tiempo

Y luego están los problemas de los centros. Al director De los Reyes, como a cualquiera que se lo plantee, no le salen las cuentas. A falta de información, repasamos con él las opciones que existen para desdoblar clases. Spoiler: en todos los escenarios van a hacer faltar muchas horas de profesorado.

El desdoble de una clase puede hacerse básicamente de dos maneras: en el espacio o en el tiempo. La primera modalidad consiste en coger a la mitad del grupo y meterlos en otra aula al mismo tiempo. Esta posibilidad está descartada por razones obvias. Por un lado, la idea es no solo no meter a 30 alumnos en una clase, también es evitar las aglomeraciones en los centros. Por otro, las escuelas no tienen espacio físicamente para esto.

La segunda opción, que parece la más probable, es separar las clases en dos mitades que acudan a los centros en distintos momentos (unos por la mañana y otros por la tarde, unos unos días y el resto otros…). Pero los profesores ya cubrirán su jornada laboral atendiendo a un solo grupo. ¿Qué va a pasar con los demás alumnos el resto del tiempo?

«En todos los casos yo veo que desdoblar grupos se traduce en disponer de más horas de profesorado. Tantas como el doble, a priori», explica De los Reyes. Este director no cuenta con que el Gobierno duplique los más de 700.000 profesores que tiene el sistema, entre centros públicos y privados. Ya será raro que haya aumento de algún tipo con las cuentas públicas tiritando, admiten los sindicatos. Y ahí llega el bloqueo.

«Es imposible para el profesorado, incluso con la mejor voluntad del mundo [asumir esto]. Si ya estamos desbordados. Igual hay una solución que no se me está ocurriendo, pero por eso precisamente tienen que explicar las cosas», reflexiona.

Para el catedrático Torres la solución está clara: invertir. «Hasta que haya una vacuna, habrá que pagarlo. Igual que ahora se está pagando la Sanidad pública. Pues igual. Hay servicios que son esenciales, y la Educación es un derecho por el que el Estado tendrá que apostar. Igual hay menos AVEs, pues habrá que establecer prioridades», cuenta.

Los centros privados tampoco acaban de ver la propuesta del Gobierno y tienen las mismas objeciones que el resto. «Los centros necesitarán más recursos sanitarios, humanos y tecnológicos que no podrán abordar todos los centros por igual», expone un comunicado enviado por Cicae, la Asociación de Colegios Privados e Independientes.

Esta patronal cree que la vara de medir utilizada es errónea. «Respecto a establecer 15 alumnos como máximo por aula, solicitamos un planteamiento más objetivo y que el criterio sea por metros cuadrados de los espacios educativos y teniendo en cuenta la distancia social. Se puede dar el caso de que 15 estudiantes en un aula pequeña sean muchos y, sin embargo, pocos para un salón de actos, un polideportivo, o un espacio abierto», sostienen.

Europa también vacila

En los países de nuestro entorno la situación es similar con algunos matices. En Italia, uno de los países más golpeados por el coronavirus, no habrá vuelta a los centros educativos hasta septiembre. De momento el Gobierno no ha informado de los planes que tiene para ese retorno. Mientras, las autoridades hablan de campamentos de verano en los patios de las escuelas con medidas de seguridad.

Francia es de los países que lo tiene más claro. Habrá una vuelta a las aulas gradual y voluntaria a partir de la semana que viene, empezando por Primaria. El Gobierno ha decidido limitar las clases a 15 alumnos y valora si obligar a los niños a utilizar mascarilla.

En Alemania, los estados federales ha acordado un plan común para reabrir los centros educativos, lo cual se hizo el pasado lunes, a diferentes ritmos y con capacidad de decisión a nivel de centros. En el país germano se habla también de dividir las clases y de utilizar los sábados como días lectivos.

Mientras se conocen los detalles, los profesores van tirando de sarcasmo. «Va a hacer más por las ratios el coronavirus en unos meses que ningún Gobierno en años», bromeaba un docente, consciente de que no va a ser así porque, si finalmente se da esta división, caerán las ratios de alumnos por aula, pero no por profesor. Cada docente tendrá que atender a los mismos estudiantes, hasta 300 en un trimestre en muchos casos.

También hay quien le ve ventajas a la situación, puestos a sacar el lado positivo: «Quizá, cuando flipemos con lo que somos capaces de hacer con 15 alumnos en el aula, avancemos hacia ese modelo que todos deseamos», escribía una docente en Twitter.

De los Reyes cierra con una reflexión final a modo de petición. «Espero que la idea no sea que cada centro se las ingenie, que por otra parte es una experiencia que ya tenemos con cierta regularidad en el sector educativo», afirma, y desliza como ejemplo lo que ha ocurrido con las evaluaciones del tercer trimestre que, tras polémicas, órdenes ambiguas y contradictorias de las comunidades autónomas y un pacto del que se desmarcaron cinco regiones, han acabado pasando la responsabilidad a las juntas de evaluación de los centros educativos. O sea, a los profesores.

Este artículo fue originalmente publicado en eldiario.es

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