Cinco razones por las que los niños necesitan otros modelos de masculinidad
Irene G. Rubio y Marta Monasterio Martín
Ofrecer otros modelos de masculinidad, alejados de los estrechos límites que ofrece tradicionalmente el patriarcado, es una de las formas más efectivas para erradicar la violencia machista.
Acaba de terminar noviembre, un mes centrado en la lucha contra las violencias machistas, en el empoderamiento femenino y en ofrecer recursos a las mujeres. Pero, mientras tanto, ¿qué pasa con los hombres? ¿Y con los niños? Más allá de contarles lo que no deben hacer, ¿qué les estamos proponiendo?
Ofrecer otros modelos de masculinidad, alejados de los estrechos límites que ofrece tradicionalmente el patriarcado, es una de las formas más efectivas para erradicar la violencia machista. El feminismo tiene muchas razones para trabajar con los más pequeños; aquí te ofrecemos cinco de ellas.
1. Hay vida más allá del azul.
Los niños son mucho más que carreras de coches, fútbol y superhéroes. También se pintan las uñas, juegan a las casitas y a ser elefantes rosas. Tenemos que cambiar la mirada y saber ver la enorme diversidad que existe entre los más pequeños, a quienes el mundo adulto se empeña en etiquetar en dos ámbitos cerrados. El feminismo tiene mucho que ofrecerles: amplía la mirada y pone en valor la riqueza humana.
2. Los hombres no nacen, se hacen.
En la infancia se produce la socialización de género. La familia, la escuela, la pandilla, la televisión… insisten en que solo existen dos opciones: masculino y femenino, y formas muy concretas y estrechas en las que se puede expresar cada una. La buena noticia es que todo lo que se aprende se puede desaprender. Por eso es imprescindible ampliar las posibilidades sobre qué significa ser hombre, y hacerlo en positivo, invitando a soñar e imaginar desde el disfrute de los cuentos o la música.
3. Ellos también necesitan modelos en positivo.
Aprendemos nuestra identidad de género a través de los discursos y relatos culturales. Por eso, desde hace unos años han proliferado los productos (libros, juegos, discos, cómics…) con enfoque feminista dirigidos a las niñas, que buscan empoderarlas y darles referentes propios. Pero ellos también necesitan referentes inspiradores y diversos, más allá de los modelos rancios y estereotipados del pasado. Hombres cuyas cualidades vayan más allá de la competencia, la agresividad y el poder, que pongan en valor los afectos, los cuidados o sepan resolver conflictos a través del diálogo.
4. Los chicos sí lloran y están hartos de pelear.
El modelo de hombre hegemónico, a pesar de todos sus privilegios, también genera sufrimiento. Ser el más malote, el más valiente, el más competitivo, el más autosuficiente, implica perseguir un modelo difícil de alcanzar y con un alto coste. Los niños se autocensuran a medida que van creciendo, aprenden a reprimir sus emociones, a no parecer frágiles, a ocultar su vulnerabilidad y sus sentimientos. Dejan de llorar, de disfrazarse con vestidos, incluso de mostrar que les gustan cosas como cuidar plantas o leer ciertos cómics.
5. Es una forma de prevenir la violencia machista.
La masculinidad hegemónica concibe el uso de la violencia como un recurso legítimo (en ocasiones, el único posible) para resolver un conflicto. El imperativo de ser el malote de la pandilla, el macho alfa del grupo, el padre autoritario, el jefe inflexible o el novio que lleva los pantalones lleva aparejada la agresividad y la violencia. En definitiva, una visión del otro (o la otra) como alguien susceptible de dominación y abuso. Para prevenir las violencias machistas, no solo hay que enseñar a las niñas a defenderse y ser autónomas, sino también a los niños a relacionarse desde el respeto y el reconocimiento mutuo.
Como dice Coral Herrera, «como lo personal es político, con cada hombre que desobedece, con cada hombre que se libera, muere un poco el patriarcado».
- Irene G. Rubio y Marta Monasterio Martín forman parte de la Cooperativa Pandora Mirabilia.
- Este artículo fue originalmente publicado en elsaltodiario.com.