Apuntes sobre feminismo(s), educación y sindicalismo

Apuntes sobre feminismo(s), educación y sindicalismo

Plantarnos frente al neoliberalismo individualista educando en la corresponsabilidad, en el desarrollo pleno como seres autónomos pero vulnerables, en el apoyo mutuo y la solidaridad, con competencias imprescindibles para la sostenibilidad de la vida de las personas y del planeta. La educación como un acto de amor.

Yolanda Nuño (CGT Teruel, CGT Enseñanza)

Una reflexión ampliamente compartida es aquella que señala a la educación formal como responsable en la construcción de una sociedad libre de desigualdades forjadas sobre el sistema sexo-género. Recientemente, la directora del Instituto Aragonés de la Mujer reconocía que, los datos de violencia sexual en adolescentes (en Aragón) se han disparado, señalando que, algo está fallando a nivel educativo.

Si buscamos el término educación en la RAE en su acepción más aproximada a la idea de escuela nos encontraremos con crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes. Cualquier sistema educativo tiene asignada una finalidad reproductora de los conocimientos y valores básicos de la cultura dominante dentro de su sociedad de pertenencia. Existen ideas, acciones, sesgos que lastran todos los espacios de socialización: el laboral, medios de comunicación, espacios de ocio, familias…también la escuela.

Vivimos en un mundo neoliberal, cisheteropatriarcal, profundamente violento y capitalista, una realidad que choca con gran parte del contenido de una legislación educativa que nos habla de sostenibilidad, igualdad de género o interseccionalidad, pero también, de emprendimiento y de competitividad. No podemos obviar que la educación replica categorías que prolongan opresiones y privilegios y que, además, construyen identidades (entre ellas la de género). La idea de poder existe en un sentido relacional: el privilegiado necesita del oprimido.

Por ello, hablar de opresión y género obliga a escribir desde un feminismo interseccional, la interrelación de ejes de discriminación construidos socialmente (edad, sexo, género, etnia…) que se influyen mutuamente y mutan rechazando la idea de categorías estancas o esencialismos.

Nuestras instituciones educativas son aliadas imprescindibles en la construcción de un sistema binario sexo-género con un marcado carácter performativo, ritualizando códigos de feminidad y masculinidad que derivan en múltiples formas de violencia. Existe una cultura de asimilacionismo, imponiendo un lenguaje y unos conocimientos profundamente androcéntricos al servicio de los grupos hegemónicos. Los innegables avances recogidos en la normativa, muchas veces solo tranquilizan conciencias.

Mercedes Sánchez escribe que son los centros educativos los que jerarquizan identidades en sus baños, patios y aulas, visibilizando estas desigualdades en el currículo explícito y oculto (cómo nos vestimos, cómo hablamos, cómo organizamos los espacios, cómo nos relacionamos).

En este punto, es inevitable cuestionar el papel de la docente. Todas las personas tenemos prejuicios. Donna Haraway, habla de “conocimiento situado”, todo conocimiento es contextual y parte de la subjetividad de quien pretende transmitirlo. Es obligado reconocer que somos cómplices en la perpetuación de sesgos de todo tipo, no solo sexistas. Un ejemplo, es situar en los márgenes de nuestros contenidos académicos a algunas mujeres importantes (blancas, heterosexuales) como una excepción, obviando toda una genealogía que las acompaña o reducirlas a días señalados.

En definitiva, toda práctica educativa es política porque disputa el poder en ambos sentidos, en cuanto a subordinación y en cuanto a capacidad de subvertir. Entre otras, bell hooks y Paulo Freire, nos repiten una y otra vez que la educación no es políticamente neutral. Ejercer la docencia es un compromiso ético, es creer que otra educación es posible, es imaginar otros mundos. ¿Somos capaces de reconocernos como piezas del entramado capitalista?

Es preciso realizar una enmienda a la totalidad, de nuevo, es bell hooks la que nos habla del aula como el mayor espacio de oportunidad. Una educación feminista exige partir de una pedagogía de los cuidados. Permitiría romper con un pensamiento dicotómico y estereotipado, desechando un currículo académico profundamente androcéntrico que solo incluye aquellos contenidos históricamente vinculados a los trabajos masculinos remunerados y públicos, excluyendo los cuidados, ligados a lo femenino y lo privado. Desde pequeñas nos enseñan que son trabajos gratuitos, infravalorados e invisibilizados manteniendo intacta la base piramidal capitalista. Plantarnos frente al neoliberalismo individualista educando en la corresponsabilidad, en el desarrollo pleno como seres autónomos pero vulnerables, en el apoyo mutuo y la solidaridad, con competencias imprescindibles para la sostenibilidad de la vida de las personas y del planeta. La educación como un acto de amor.

Y en todo esto, ¿qué pinta el sindicalismo?

Sin duda, el sindicalismo tiene mucho que aportar, no solo en cuanto a derechos laborales sino en la defensa de otra Escuela Pública. Son palpables la falta de recursos para la atención a todo el alumnado, el aumento en las dotaciones de los conciertos educativos, una formación del profesorado sesgada y muchas veces, imposible de llevar a cabo en la realidad por falta de horario lectivo y una burocratización y fiscalización del profesorado y del alumnado que asfixian el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Desde CGT podemos destacar la construcción de espacios de reflexión comunitarios como Aula Libre o Libre Pensamiento, la oferta de cursos homologados y gratuitos para cualquier docente en los que se refuerza el pensamiento crítico y un cambio de axioma educativo. Por otro lado, importantes demandas desde la plantilla docente son todas aquellas vinculadas a la conciliación. Hemos conseguido logros, mediante negociación, acción en la calle y por vía judicial, destacando la ampliación del permiso de paternidad/maternidad en caso de familias monomarentales y, recientemente, la acumulación del periodo de excedencia y de lactancia. Además, el cómputo de todos los días de baja paternal y maternal del colectivo interino, la reducción a tres meses del período de prácticas para docentes embarazadas, la permanencia en el mismo centro durante tres cursos consecutivos en determinados casos, la reducción del horario lectivo o el aumento de Profesorado de Servicios a la Comunidad para atender al alumnado más vulnerable.

Quedan retos importantes por delante, entre ellos, conseguir días de permiso para cuidado de hijos/as enfermos, que todas las vacantes de inicio de curso sean voluntarias, hacerlas obligatorias castiga especialmente a las madres o padres que se ven obligados a suspenderse de listas, así como la urgencia de horario lectivo para coordinar planes de convivencia tras los alarmantes datos del Observatorio de Convivencia de Aragón.

Este artículo fue originalmente publicado en el número 12 del Boletín d’Apoyo Mutuo Aragon

CGT Enseñanza Aragón

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