Alumnas que identifican la LGTBIfobia en clase y se organizan para combatirla

En su instituto no se produjo ningún caso de violencia directa ni de bullying LGTBIfóbico de los que llaman la atención. No había agresiones y los alumnos no se cebaban con algún compañero por su orientación sexual. Aun así, Carla, Adelina, Alejandra y Nagore identificaron una homofobia mucho más normalizada, pero que cala entre los jóvenes y se convierte en un escollo más a la hora de salir del armario o hacerse visible. La violencia indirecta y estructural que supone el ‘maricón’ en tono jocoso o cuando algún chaval falla un gol en la pista de fútbol en el recreo.

«La gente dice que se lo dice a su amigo y que a él no le afecta, pero si lo dices por la calle y hay una persona del colectivo que lo escucha, puede que si le afecte. Son cosas de las que no se dan cuenta», razonan estas chicas, que este año cumplen o han cumplido 15 años.

En su instituto, el IES Profesor Julio Pérez de Madrid, en Rivas-Vaciamadrid, un grupo de juventud del ayuntamiento realizaba sesiones de refuerzo positivo, «para saber enfrentarse a los problemas», indica Adelina. Cuando les propusieron hacer un grupo en el recreo para debatir sobre temas que les interesasen, estas chicas se unieron para hablar del colectivo LGTBI porque «todavía en el siglo XXI hay muy poca gente que sabe lo que significan las siglas o tiene información del colectivo en general», justifica Carla.

No se quedaron en eso. Se pusieron manos a la obra y durante seis meses se reunían cada dos semanas en su tiempo libre en LaCasa+Grande, un espacio polivalente del municipio, para preparar las charlas que darían a los alumnos de 1º de la ESO junto a «Paula y Alberto, dos personas del ayuntamiento que nos han ayudado muchísimo», indica Alejandra. «Nosotras les decíamos las ideas que teníamos y ellos las pulían», añade Carla. El próximo curso, volverán a dar este tipo de formaciones.

Un e-mail anónimo

En el IES Sapere Aude, en Villanueva del Pardillo (Madrid), hace cuatro cursos aparecieron en las paredes carteles de un grupo anónimo, ‘Sin Miedo LGTBI’, que animaba a los alumnos que tuvieran dudas o quisieran información sobre el colectivo a escribir a un correo electrónico o a unas redes sociales. Durante aquel curso nadie supo quien estaba detrás de esas cuentas, que sí comenzaron a recibir mensajes de chicos y chicas que no tenían clara su sexualidad, que la tenían pero no sabían cómo decirlo en casa, que se sentían atraídos por su mejor amiga o personas heterosexuales cuestionando «porqué hay un Orgullo Gay».

«Estábamos hartas de que estuvieran insultándonos», explica Aj D’Andrea, «así que un día, como forma de rebeldía, dijimos que teníamos que ir al servicio para que los profes nos dejaran salir y colgamos los carteles sin que nadie nos viera». Aj (así la llaman sus compañeros y amigos) y su amiga Kamy tenían 14 años y ya habían sufrido vejaciones en el instituto, directa o indirectamente. «Oías que usaban el ‘maricón’ como insulto y ya te tocaba la moral», coincide.

Poco después, al grupo se unió su amigo Eric Schmitt, que sufrió agresiones físicas LGTBIfóbicas desde 1º de la ESO. «Todos habíamos tenido dificultades al hacernos visibles», lamenta. Según el informe ‘LGTB-fobia en las aulas’ elaborado por COGAM en 2015, el 11% del alumnado no se siente heterosexual y, de ellos, un 80% lo oculta por la falta de seguridad y respeto a la diversidad sexual. Este mismo estudio arrojaba otro dato: el 60% del los encuestados reconocía haber presenciado insultos homófobos en el entorno escolar y el 7%, agresiones físicas.

«Nosotros tardamos tres años en conseguir lo que queríamos conseguir», indica Eric. El primer año fue el e-mail anónimo. El segundo le dijeron a la orientadora del centro que ellos estaban detrás de ‘Sin Miedo’. «Nos dijo que íbamos a hacerlo a lo grande y empezamos a preparar un día especial en el instituto, que acabó siendo la semana sin miedo, con charlas, mensajes por megafonía y carteles por todos lados», indica Aj.

El tercer año pidieron asesoramiento a COGAM, cuyos voluntarios dieron charlas por primera vez en el centro. «Fue el año grande, los tres con las banderas», presume Aj. Las charlas fueron las primera sobre el colectivo LGTBI para estos chicos, que en 2018 recibieron uno de los Premios Triángulo que concede cada año la entidad.

«En nuestro pueblo nunca he visto nada referente al colectivo. Cuando ganó Ciudadanos colgaron la bandera, pero la colgaron mal. Aquí nunca se había hecho nada», indica Eric. En Villanueva del Pardillo siempre ha gobernado la derecha y en las últimas elecciones, tanto municipales como generales, Vox ha sido segunda fuerza. Tras los últimos comicios, el partido de extrema derecha ha entrado en el gobierno local, gracias a su apoyo al Partido Local que ostenta la alcaldía. Precisamente, la presidenta de Vox en la Comunidad, Rocío Monasterio, ha solicitado conocer los nombres y apellidos de los voluntarios de las ONGs que imparten talleres LGTBI en colegios e institutos.

Un aula segura y más de 80 alumnos

Cuando Bel Lago llegó al IES Politécnico de Vigo con 16 años (ahora tiene 18) para estudiar bachillerato, los alumnos del grupo ‘Apóiate’ dieron una charla en su clase explicando qué hacían y presentándose. «Todo había empezado un par de años antes, cuando varias alumnas le dijeron a la tutora que querían crear un grupo para ayudar a personas LGTBI. La gente se empezó a unir y teníamos un aula segura para hacer reuniones», explica.

En el grupo de Whatsapp que crearon entonces hay ya cerca de 80 personas, entre exalumnos y otros que, como Bel, se han ido incorporando. Ahora trabajan de forma activa en el grupo alrededor de una treintena de personas, que no solo dan apoyo y formación a sus compañeros, sino que realizan charlas en otros institutos cuando se detectan casos de LGTBIfobia o solicitan información e, incluso, al profesorado y a madres y padres.

«En las charlas (a alumnos de la ESO, Bachillerato y FP), básicamente, nos presentamos, decimos cómo nos identificamos y, si queremos, contamos una parte de nuestra historia, explicamos tabús… Pero, sobre todo, los testimonios son lo que más toca a la gente», explica Bel. Las formaciones que organizaron Carla, Adelina, Alejandra y Nagore para sus compañeros más pequeños eran algo diferentes: «Primero poníamos un PowerPoint con el que explicábamos las siglas y las diferencias entre identidad sexual, orientación y género; después hicimos un vídeo sobre violencia homófoba; y al final teníamos un barómetro, donde decíamos afirmaciones o frases y ellos tenían que decir si las habían escuchado o dicho alguna vez o no», cuentan.

«Yo pensaba que iban a pasar de nosotras, pero estaban muy atentos y haciéndonos preguntas», cuenta Carla sobre la reacción de sus compañeros. «Había de todo, tienen 12 años y algunos sabían sobre el tema, mientras otros solo diferencian entre gays y lesbianas», añade Alejandra, para quien la experiencia «ha sido positiva, porque la mayoría nos decía que lo necesitaba». Ellas también aprendieron preparando las charlas. «Con el concepto queer casi nos explota la cabeza», reconocen.

La labor de estas chicas tiene un efecto rebote. En el Profesor Julio Pérez ellas mismas seguirán dando las charlas el curso que viene a más compañeros. En el Sapere Aure ya tienen relevo. «Aquellos compañeros a los que nosotros ayudamos ahora han cogido el testigo y ayudan y asesoran a los más pequeños», explica Eric. En el Politécnico de Vigo han traspasado incluso los muros del centro. «Cuando empezamos eramos el primer instituto de Galicia que teníamos este grupo de apoyo, pero a partir de que fuéramos a otros, se crearon grupos parecidos y ahora hay bastantes», indica Bel.

Aunque las muestras de LGTBIfobia no han desaparecido del todo -«llegamos a recibir un correo de un compañero diciendo que eramos una panda de maricones y que le parecía súper mal que en el siglo XXI siguiera existiendo esta enfermedad», lamenta Aj-, las cosas han «mejorado mucho». «Ves al típico compañero que antes usaba el ‘maricón de mierda’ y ahora si ve a alguien hacerlo le llama la atención. Insultar con eso ya está muy mal visto en el instituto», indica. «Mucha gente no siente la homofobia, pero se calla ante ella. Lo que había que hacer era animar a esa gente a que lo dijera», añade Eric. Nagore lo tiene claro: «La base de los problemas es la desinformación y, con la información que les damos, eso desaparece».

Artículo originalmente publicado en eldiario.es

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